Os invito a darnos un breve paseo por todas y cada una de ellas, un recorrido por la belleza cultural de nuestra España.
SALAMANCA
Su tradición humanista, la riqueza de su patrimonio histórico-artístico, el color de su piedra de Villamayor y su condición de “ciudad viva”, “ser vivo”, propiciaron que Salamanca fuera nombrada Ciudad Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1988.
Su riqueza patrimonial está repartida en cada una de sus calles; no en vano, es la capital del plateresco español.
La impresionante Plaza Mayor de la ciudad del Lazarillo abre nuestro itinerario. Construida entre 1729 y 1755, se levantó sobre la antigua plaza de San Martín, gracias al impulso del corregidor Rodrigo Caballero y Llanes. La planta del Ayuntamiento rompe la uniformidad de esta joya del Barroco, centro neurológico de una ciudad que ha conquistado el título de Patrimonio de la Humanidad.
También podemos recrearnos en la confusa fachada de la Casa de las Conchas que coquetea con los estilos gótico y plateresco, o con la ecléctica Catedral Nueva, que en 2013 celebrará su quinto centenario, y en la que predomina el gótico tardío, pero donde también se dan cita los estilos barroco, plateresco y neoclásico.
Su popular Torre de las Campanas ha sobrevivido a duras penas a todos los desastres, incluido el terremoto de Lisboa de 1755, y la contemplación pausada de su órgano, datado en 1700 y objeto de varias restauraciones, es también indispensable.
La hermana mayor de la Catedral, la Vieja, conocida en tiempos como Fortis salmantina, es de estilo románico y fue construida entre los siglos XII y XIII, bajo la advocación de Santa María de la Sede. Las rutas literarias por la ciudad nos invitan a seguir las huellas de Calixto y Melibea o las correrías del Lazarillo de Tormes.
ALCALÁ DE HENARES
Tras la desamortización de Mendizábal, burgueses enriquecidos y nobles faltos de escrúpulos compraron los tesoros que la Iglesia había preservado en Alcalá durante siglos, y desguazaron la ciudad para solaz de unos magnates americanos que se frotaban las manos cada vez que en sus puertos descargaba una nave con el patrimonio complutense.
Fue entonces cuando la Sociedad de Condueños, formada por un grupo de alcalaínos dijo “¡Basta!”. En 1850 estos héroes compraron toda la manzana cisneriana para preservarla del expolio y, como los pequeños gestos sueles confluir en gestas memorables, en 1998 Alcalá de Henares recibió el título de Ciudad Patrimonio de la Humanidad.
El visitante se encontrará aquí con el mejor conjunto universitario del Renacimiento europeo, fundado por Cisneros en 1499. Y si un rasgo de nobleza le faltara a Alcalá de Henares –que no es el caso–, baste recordar que en ella nació en 1547 y vivió sus primeros años Miguel de Cervantes. Su casa natal, magnífico ejemplo de vivienda castellana del siglo XVI, contiene hoy como museo una espléndida colección de ediciones cervantinas.
Suya es la estatua de la Plaza que, como el Teatro Principal, lleva su nombre y en la que se encuentra el Ayuntamiento (antiguo colegio-convento de San Carlos Borromeo). Su vida se reconstruye en un museo al que da la bienvenida un grupo escultórico con las figuras de sus personaje más conocidos. La casa se encuentra en la calle Mayor, la más larga porticada en España.
Otro punto de interés es la Iglesia Catedral Magistral de los Santos Niños, cuyo origen se remonta a 305, cuando, en tiempos de Diocleciano, se produjo el martirio de los pequeños Justo y Pastor –patronos de la diócesis- en el Campo Laudabile, a las afueras de Complutum. Desde la plaza de los Santos Niños, conviene tomar la calle de San Juan para ver el Palacio Arzobispal con fachada de Covarrubias.
SEGOVIA
Como sucede con todo el grupo de Ciudades Patrimoniales de la Humanidad hay muchas “segovias” que descubrir, a cual más fascinante. Sin duda, el monumento más buscado por los turistas, y que no cuesta nada encontrar, es el Acueducto romano, y todo un símbolo con su imponentes 166 arcos de piedra granítica, que nos llevan dejando boquiabiertos desde finales del siglo I d.C. Monumento Histórico Artístico desde 1884, la UNESCO reconocería más de un siglo después, en 1985, su importancia y por extensión la de todo el casco viejo de la ciudad, mediante su declaración de Patrimonio de la Humanidad.
A Segovia la han hecho los místicos Juan de la Cruz y Teresa de Jesús; y los valientes guerreros Juan Bravo, el Comunero, o Día Sanz y Fernán García, conquistadores de Madrid a los moros. Pero también a Segovia la han dado forma y sentido la palabra de María Zambrano; los paseos, tertulias y clases de Antonio Machado en el Instituto; Gómez de la Serna desvelando “El secreto del Acueducto” y Louis Proust investigando en el Real Laboratorio de Química a la sombra del Alcázar.
Quiero que sepáis que Segovia tuvo una populosa aljama hebrea, con personalidades tan destacadas como Abraham Senneor, juez mayor de las juderías de Castilla, y que en la morería, el alfaquí Iça de Gebir escribía su importantísima obra Kitab segoviano o Breviario sunní mientras el Prior del cercano Monasterio de Santa Cruz, Tomás de Torquemada, daba vueltas a sus ideas urdiendo una buena limpieza del entorno religioso.
Pero, además, Segovia es su Catedral de Santa María de estilo gótico tardío, y en cuyo archivo se encuentra el Sinodal de Aguilafuente, el primer libro impreso en España. Fue trazada por Juan Gil de Hontañón, y con justicia se la conoce como la Dama de las Catedrales. Y, cómo no, la ciudad de los ríos Eresma y Clamores es sinónimo también de su Alcázar, residencia real desde el siglo XII y fortaleza habitada desde tiempos celtas. Un incendio en 1862 amenazó su supervivencia, hasta que la restauración llevada a cabo a partir de 1882 puso los cimientos del actual palacio. Sus numerosas iglesias son otro de los platos fuertes de la ciudad, y la convivencia de las distintas culturas se comprende, mejor que en ninguna parte, en el barrio medieval judío, paseando por calles como la Judería Vieja, la Judería Nueva, la de Santa Ana o el Corralillo de los Huesos.
ÁVILA
Ávila es una ciudad muy especial. En tan pocos lugares como éste se puede encontrar una unión tan grande entre su paisaje urbano y natural y el sentir, hondo y trascendente, de los personajes que le han dado nombre. Es la ciudad más alta de España, más cercana al cielo y su luz crea un espacio único, en el que se ha desarrollado una ciudad única, con una historia única.
Quiero destacar la belleza de sus monumentos, que reflejan lo mejor de cada civilización que ha vivido aquí: los impresionantes verracos vetones, esculturas zoomorfas, divinidades cuyo real sentido se nos escapa y que podrás encontrar en el rincón más insospechado.
Durante el siglo XVI, Ávila asistió a la constitución de la Junta de Comuneros y resurgió con la espiritualidad de Teresa de Cepeda y Ahumada, fundadora de las Carmelitas Descalzas y Doctora de la Iglesia. Inició su labor el místico y magnífico poeta, San Juan de la Cruz, patrón de los escritores de habla hispana, nacido en Fontiveros. Fue el lugar donde se crió y educó el famoso músico renacentista Tomás Luis de Victoria. Artistas de gran valía dejaron su huella creadora en Ávila.
En este siglo de oro para la ciudad, se acometieron numerosas obras civiles de traída de las aguas, iluminación, pavimentación... También en estos años, las familias nobles embellecieron las calles y plazas reformando sus casas palaciegas con un estilo renacentista sobrio y elegantísimo. Estos y muchos acontecimientos más hicieron del XVI un periodo de esplendor político, religioso, cultural y artístico.
La muralla de Ávila es el símbolo más poderoso de esta villa, con una cerca que rebasa los 2.500 metros de perímetro y suma 88 torreones y nueve puertas, Patrimonio de la Humanidad desde 1985
Quien traspase sus muros se encontrará con un sinfín de iglesias, como la de San Pedro, joya del románico situada en la plaza del Mercado Grande y caracterizada por su torre adosada al ábside septentrional. Es, no obstante, su magnifico rosetón, de influencia cisterciense, el elemento más reconocible del templo, al igual que la torre octogonal lo es de la iglesia de Santiago, donde, según la tradición, se armaban los caballeros de esta Orden.
Pero la madre de todos los templos abulenses es la Catedral del Salvador que se empezó a construir en 1091 y pasa por ser la primera gótica de España, así como uno de los ejemplos más notorios de catedral-fortaleza del Viejo Continente.
MÉRIDA
Surgida entre dos cursos de agua, el Guadiana y el Albarregas (conocidos como Anas y Barraeca en tiempos de los romanos), la ciudad supo mantener, desde su fundación, un fluido diálogo con ambos cauces. No obstante, los ríos, sometidos a la voluntad incierta de las estaciones, no siempre fueron de fiar. Los ingenieros romanos erigieron dos puentes para evitar la cíclica traición de esas riberas, traición que se hacía patente en forma de implacables crecidas. Los puentes fueron los elementos que hicieron de esta ciudad paso obligado hacia todos los puntos de la Península y, en definitiva, fueron los que le proporcionaron momentos de gloria o de angustia durante estos últimos veinte siglos. Se trata de construcciones singulares por su magnífico estado de conservación y, en el caso del puente que salva el Guadiana, por ser una de las obras de la ingeniería romana más importantes todavía en uso.
El puente romano, que se tiende sobre las aguas del río Guadiana, es un sendero hacía la puerta de Hispania. Blandiendo la invisible espada del tiempo, el viajero callejea por una ciudad que fue y sigue siendo grande, porque ha sabido cuidar la herencia de sus antepasados.
Desde su fundación como Colonia, hecho que sucede hacia el 25 a C., y a lo largo de sus dos primeros siglos de existencia, quienes diseñaron su decoración y urbanismo no pretendieron otra cosa que emular a la metrópolis, reproducir Roma en este lugar remoto del Imperio para ser, a su vez, ejemplo en el que habrían de reflejarse decenas de municipios, alquerías y casas de campo del Occidente Peninsular.
Hay pocas experiencias tan intensas como escuchar el eco de las comedias que se representaban en el Teatro Romano de Mérida promovido por el cónsul Marco Vipsanio Agripa, que hoy es escenario de un Festival de Teatro Clásico que se desarrolla durante los meses estivales. Se encuentra, cómo no, en el Conjunto Arqueológico de Mérida, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1993 por la UNESCO. Nos hallamos en una ciudad romana por los cuatro costados. El Acueducto de Los Milagros, que transportaba el agua desde el embalse de Proserpina, el Templo de Diana, consagrado al culto imperial, o la Casa del Mitreo, hallada en los años sesenta del pasado siglo, confirman esta afirmación, y es que la ciudad fue fundada en el año 25 a.C. con el nombre de Emerita Augusta por Octavio Augusto.
Pero Mérida es también una ciudad contemporánea. Como si la cultura de hoy dialogara con la de ayer, el Museo Nacional de Arte Romano, obra del prestigioso arquitecto Rafael Moneo, inaugurado en 1986, acoge una soberbia muestra de piezas recuperadas en el yacimiento emeritense.
Entre los tesoros escondidos de la ciudad, la Basílica de Santa Eulalia (santa que fue martirizada bajo la persecución de Diocleciano), levantada en el siglo XIII sobre una planta de la basílica original del siglo IV, contextualizada los primeros balbuceos del cristianismo en Extremadura.
CÁCERES
Estamos ante una ciudad monumental donde el placer y el sosiego se asoman en cada plaza y calle del recinto amurallado; arcos romanos como el del Cristo, recias torres albarranas que miran al lejano horizonte, aljibe árabe, bóvedas y arcos ojivales, murallas, torres y campanarios en sintonía con la grandiosidad de palacios con patios renacentistas y fachadas dinteladas.
La historia de la ciudad a través de los tiempos; romanos, árabes, judíos, leoneses, lenguas y dioses, expresiones culturales que han permanecido inalterables al paso de los siglos para ser ofrecidas al visitante en estado puro.
La Plaza Mayor es el espacio monumental más relevante. Al este de la misma, se sitúa el lienzo de la muralla, con la torre de Bujaco, el arco de la Estrella y la torre de los Púlpitos, al sur, el Ayuntamiento y el foro de los Balbos y al oeste, los soportales, con las zonas de ocio más animadas de la zona.
Para los amantes de la Historia, Cáceres es una gozada sin fin. Desde el Paleolítico, numerosas culturas han dejado su impronta en esta ciudad fuerte y sólida, que Isabel La Católica descabezó al cortar todas las torres, excepto la de los Cáceres-Ovando o Torre de las Cigüeñas, como castigo a la rebeldía de sus propietarios que habían apoyado a la Beltraneja en sus aspiraciones dinásticas.
Conocer Cáceres exige, al menos, disfrutar de una visión general de la ciudad, visitar sus templos más emblemáticos como la iglesia de San Mateo. Monumento Histórico-Artístico que se empezó a construir en el siglo XVI y participa, pues, de las características del gótico, degustar su gastronomía en un local como el restaurante Sande, que se encuentra en la Torre del mismo nombre, adosada a la Casa de Saavedra, o profundizar en su pasado musulmán a través de sus numerosos aljibes.
CUENCA
Agua y piedra confrontaron durante milenios para construir la más formidable atalaya surgida en el territorio que habría de ser ibérico. Le bastaron a la Naturaleza dos ríos para trazar sus contornos, abrazarla, ahondar sus hoces y nutrir de verde su horizonte más próximo. Después llegó el hombre. Desde los primitivos hasta los árabes se afanaron en convertirla en hogar y fortaleza, escenario siempre de la ancestral aspiración de convertir en propia la tierra de todos. Y finalmente fue musulmana. Se llamó Kunka. El castillo que coronó su cima no agregó más que piedras sobre piedra, que la ciudad naciente se sabía suficiente en su propia defensa, aliada con lo inexpugnables de sus límites.
Se podría decir de Cuenca que es una ciudad de dos planos, o tal vez en dos dimensiones espaciales. En la parte de arriba, se encuentran los monumentos, y en la baja, la zona moderna. El paseo empieza, pues en el cielo. Desde la Hoz del Huécar, se domina la ciudad, cuya perspectiva general hace que la palabras sobren y los adjetivos parezcan insuficientes, pálidos reflejos de tanta belleza acumulada por los siglos.
La Catedral de Nuestra Señora de Gracia fue el primer edificio que se erigió tras la conquista de la ciudad. De estilo gótico anglo-normando, constituye un ejemplar único en España. Su planta de cruz latina, con tres naves y una sola en el crucero, es visitada cada año por miles de turistas que, sin embargo, han hecho de las famosas Casas Colgantes el auténtico símbolo de la ciudad. De origen medieval, en su día pudo haber ahí una antigua casa solariega; y ahora son tres los edificios restaurados. En dos de ellos, se alberga la colección de Arte Abstracto Español.
Los tres cuerpos del Ayuntamiento, del siglo XVIII, también merecen el interés del viajero, junto con el Palacio Episcopal, al lado de la Catedral, el puente de San Pablo o la iglesia de
San Pedro, sobre los restos de una antigua mezquita. Esta “montaña poblada de edificios” tal como la describió Antonio Enríquez Gómez en el siglo XVII, fue elegida Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1996. Basta con pasear por sus calles y rincones, la ronda de Julián Romero o la calle de Alfonso VII, para comprender por qué. Recorrer sus estrechas y empinadas calles, reconocer sus recoletos rincones, apagar la sed en sus fuentes, compartir la mágica atmósfera de sus plazas con sus habituales ocupantes –cordiales siempre– y desandar las cuestas para encontrar la nueva ciudad que crece pujante y abierta hacia el futuro, habrá de ser una experiencia para el visitante que le obligará al regreso.
Tarraco fue la primera fundación militar romana fuera de la península Itálica y la ciudad desde donde se impulsó la conquista, ordenación y estructuración de Hispania.
Bien podemos iniciar este paseo cultural por Tarragona visitando el Acueducto de Les Ferreres que canalizaba el agua a la ciudad desde el río Francoll.
Construido en el siglo I d.C. (durante la época Flavia), la longitud del tramo alcanza los 217 metros. Aquí y allá lo conocen como Puente del Diablo, una referencia a la legendaria participación del mismísimo Lucifer en sus obras, tal como por otra parte sucede en otros monumentos de similar naturaleza.
La presencia romana salpica los rincones de la vieja Tarraco, que conserva un kilómetro de su antigua muralla, la obra más antigua de la ciudad, construida en los albores del siglo II a.C.,
el famoso arco de Bará, el circo, y un anfiteatro de la primera mitad del siglo II d.C, testigo mundo de las ejecuciones del obispo Fructuoso y sus diáconos Augurio y Eulogio en el año 259. La recompensa a esa herencia cultural llegó el 30 de noviembre de 200, cuando el comité de la UNESCO, otorgó al conjunto arqueológico romano de Tarraco el reconocimiento de Patrimonio de la Humanidad.
Julio Caro Baroja escribió hace años que “Toledo, en sí, es un lujo que tiene España”.
Todos los pueblos que han llegado a la Península Ibérica han dejado huella de su cultura en esta ciudad.
Ciudad definida por el romano Tito Livio como “parva urbs, sed loco munitia” (lugar pequeño pero bien fortificado). Su entrada en la historia se produce en el año 192 antes de Jesucristo, al ser conquistada por las legiones romanas.
La civilización romana la denominó ya como Toletum. Bajo su dominación se construyeron templos, teatros, anfiteatros, circos, murallas y acueducto. Algunos de los restos de estas edificaciones todavía son visibles y visitables, como ocurre con el Circo Romano en la zona de la Vega Baja. Con la desaparición de la Hispania romana, la ciudad fue ocupada por pueblos germánicos. Los visigodos la convertirán en su capital, extendiendo su reino a toda la Península.
La conversión de su rey Recaredo, en el año 587, y la celebración en ella de los concilios visigóticos iniciaron la vinculación de la ciudad con el cristianismo, que culminarían siglos después con su designación como sede primada de España. Con la llegada de los musulmanes a principios del siglo viii la ciudad pasa a denominarse Toleitola. A partir de entonces comenzó a fraguarse la tolerancia entre las tres culturas y religiones (judía, musulmana y cristiana) no exenta de épocas de tensión y enfrentamiento.
Las tropas cristianas de Alfonso vi entraron en Toledo el 25 de mayo del año 1085 poniendo fin a la dominación árabe, aunque la conquista completa de la Península Ibérica no se produjo hasta el año 1492. En esos siglos medievales, la ciudad de Toledo es sede de la Corte y capital de la monarquía castellana. Fue en esos siglos cuando se desarrolló la conocida como “Escuela de Traductores de Toledo”. Bajo el amparo económico y la protección de los arzobispos toledanos, eruditos judíos y cristianos mozárabes se encargaron de la traducción de un buen número de obras clásicas, griegas y romanas, escritas por Aristóteles, Ptolomeo e Hipócrates, entre otros, y que llegaron a España en copias manuscritas escritas en lengua árabe.
A cualquier hora del día, vale la pena pasear por sus calles, que semejan un laberinto de piedra. De repente, el caminante se topa con la Catedral de Santa María, sede de la archidiócesis de Toledo y obra suprema del arte gótico en España. Su fachada principal deleita la vista con sus tres portadas.
De estilo renacentista es, en cambio, la Puerta de Bisagra, de origen árabe y reconstruida durante los reinados de Carlos I y Felipe II. La estatua del primero muestra orgullosa sus poderes en su fortín toledano.
El calificativo que recibe de ciudad-museo se basa en la existencia de grandes centros museísticos como el Museo de Santa Cruz, el Museo Sefardí, el Museo de la Catedral Primada, el Museo del Taller del Moro, el Museo de los Concilios y de la Cultura Visigoda, el Museo del Alcázar, el Museo de Victorio Macho y la Casa-Museo del Greco.
De visita ineludible es el de Santa Cruz, que reúne las colecciones de los antiguos Museos Arqueológicos Provincial y el Museo Parroquial de San Vicente, y entre cuyos fondos se encuentran algunas de las
mejores obras de El Greco.
CÓRDOBA
Córdoba, lejana y sola, nos llama con un irresistible rumor de fuente y jardines, como los de su Alcázar de los Reyes Católicos, construidos por Alfonso XI en 1328.
La única ciudad andaluza Patrimonio de la Humanidad, pide al viajero una mirada atenta y desprovista de urgencias, que sea capaz de sumergirse en lo más remoto de su Historia, desde el Paleolítico hasta ayer mismo, cuando Julio Romero de Torres pintaba a la “mujer morena, con los ojos de misterio y el alma llena de pena”.
Bien es cierto que además de su puente sobre el Guadalquivir y el imperecedero rastro de sus filósofos y poetas, la ciudad romana que vivió siglos de esplendor fue transformándose con la dominante cultura árabe hasta convertirse en el centro más importante del mundo islámico y poderoso califato, con Abderramán III, cuyo poder plasmó en la ciudad palacio de Medina Azahara. Durante cinco siglos adquirió el semblante que hoy continúa caracterizándola.
Conquistada la ciudad por Fernando III en 1236, su rostro se “cristianizó” con diversas reformas, pero no fue hasta el siglo XVI cuando Carlos V impulsó los trabajos definitivos, que inició Hernán Ruiz I según los cánones renacentistas.
Durante esa misma centuria, se levantó la Puerta del Puente, en un enclave donde antes hubo varias puertas romanas. Comenzada por Francisco de Montalbán, fue Hernán Ruiz III quien se hizo cargo de las obras.
Junto a estas joyas patrimoniales, Córdoba presume de otros tesoros, muchos de ellos hechos de silencio y blancura, como la Calle del Pañuelo, una estrecha calle sin salida.
Encontrará también en el Alcázar de los Reyes Cristianos, como en tantos otros sitios, remanso de paz y evocador recinto de historias más conocidas. Y en la Posada del Potro, del siglo xv, lugar donde Cervantes ubicó uno de los pasajes del Quijote. Y en la plaza de Tiberíades, en plena judería, que legó a Córdoba uno de sus más importantes pensadores, Maimónides, cuya estatua de bronce la preside, junto a la única Sinagoga de Andalucía.
Además le esperan otras muestras de su sabiduría de siglos, desde el cordobán, el guadamecí y la platería que constituyen un legado artesanal de inigualable valor.
SANTIAGO DE COMPOSTELA
Si en Santiago hasta la lluvia es arte ¿cómo serán sus monumentos? Un ligero vistazo a la relación de su patrimonio, que la UNESCO distinguió en 1984, nos deja sin aliento: la catedral, sus mil y una iglesias y conventos, los monasterios, los pazos…
Los orígenes de la ciudad se remontan al hallazgo en el año 813, de la tumba del Apóstol Santiago. Cuenta la leyenda, que el anacoreta Pelayo vio resplandores de estrellas sobre un Campo de Estrellas “Campus Stellae”, de donde derivaría el actual nombre de Compostela. La primera basílica se construyó en el siglo ix y la actual Catedral es el resultado del paso de los siglos. Trazada según el modelo francés de las iglesias de la peregrinación, se levantó entre 1075 y 1211 sobre los restos de las iglesias que había donde, supuestamente, aparecieron las cenizas del Apóstol; y acoge, para los creyentes, el sepulcro de Santiago. El talento del maestro Mateo, un escultor del siglo XII, nos hace cruzar esa otra puerta del paraíso que el Pórtico de la Gloria.
En ella se resumen, en armónico equilibrio, el románico de su más antiguo origen, el gótico, el renacentista, el barroco y el neoclásico. Es uno de los monumentos más importantes del arte medieval español.
Bordean el templo cuatro plazas: Platerías, Quintana, Azabachería y Obradoiro.
Ésta última es el auténtico eje de la ciudad y no podría tener marco mas espléndido: la fachada de la Catedral, el Claustro y el Palacio Arzobispal; el Hostal de los Reyes Católicos, hoy Parador de cinco estrellas, el Palacio de Raxoi, sede del Ayuntamiento compostelano, y el Colegio de San Jerónimo que alberga al Rectorado de la Universidad.
En la capital de Tenerife late el corazón de una América hispana que se urbanizó a imagen u semejanza de esta ciudad, fundada en 1497 por el adelantado Alonso Fernández de Lugo. Hay pues, una cuerda tendida entre San Cristóbal de la Laguna, la ciudad sin murallas y esta América abierta y hospitalaria que se fraguó a golpe de escuadra y cartabón. Geométrica y elegante, prudente y misteriosa, la ciudad canaria resume en sus plazas y en sus patios, en sus iglesias y en sus edificios civiles un patrimonio cuidado por las instituciones y del todo necesario para comprender mejor nuestra Historia. La UNESCO reconoció la importancia de su casco histórico otorgándole el título de Patrimonio de la Humanidad en 1999.
Ha sido eje político, económico y social de Tenerife durante cuatro siglos, lo que se evidencia en el señorío austero de su arquitectura y la sobria belleza de sus monumentos, edificios públicos y numerosos templos.
En todos ellos se conservan valiosos tesoros artísticos: tallas, obras de orfebrería y pintura de acreditadas firmas, como Carlos Acosta, Luján Pérez, Cristóbal Hernández de Quintana, o las más recientes de Mariano Cossío y Antonio González Suárez.
No menos representativos son algunos edificios civiles, como la singular Casa Salazar, del siglo XVII, muestra acabada del barroco canario que incorpora curiosos detalles como sus gárgolas zoomorfas, que evocan el prehispánico mexicano.
La calle de Herradores conserva, por su parte, algunos restos del esplendoroso pasado de la ciudad, si bien las obras acometidas en la década de los sesenta del pasado siglo destruyeron sus inmuebles históricos más significativos.
Todo se conjuga en San Cristóbal de La Laguna para que el viajero comience a añorarla en el mismo instante de su partida.
IBIZA
Situada en la costa de levante de la isla de Ibiza (Eivissa, en catalán), el verdadero encanto de la ciudad de Eivissa reside en la huella que han dejado las sucesivas civilizaciones que recalaron en ella durante siglos de historia.
La cultura occidental llegó a la isla el año 1235 bajo el reinado de Jaime I. Por encargo de Felipe II, las murallas medievales fueron sustituidas por una moderna fortaleza abaluartada.
En 1999, la UNESCO declaró Patrimonio de la Humanidad el recinto amurallado de Dalt Vila, la fortaleza costera mejor conservada del Mediterráneo. Pero además, el área agraciada incluía los barrios extramuros de la Marina, sa Penya y es Soto, los huertos de ses Feixes, el poblado fenicio de sa Caleta, la necrópolis de Puig des Molins, y las praderas de posidonia oceánica que rodean la isla. Estas últimas son patrimonio natural tanto por su extensión, nada menos que ocho kilómetros, como por su capacidad para congregar biodiversidad.
El recorrido se abre, pues, en Dalt Vila, formada por un trazado casi laberíntico de calles estrechas, callejones y plazas adaptadas a la topografía natural inspira una serenidad que contrasta con el movimiento del puerto y la bahía donde se encuentra la máxima concentración de amarres deportivos y de recreo y que fue fortificada por Giovanni Battista Calvi y Giacomo Paleazzo de acuerdo con los deseos del monarca Felipe II, harto de las incursiones otomanas que padecía la zona. El recinto cuenta con cinco puertas de entrada y dispone de siete baluartes poligonales y un revellín (es decir, la obra exterior que cubre la cortina de un fuerte y la defiende).
¿De dónde es la última foto de Mérida?, porque desde luego de la Mérida de Extremadura no es.
ResponderEliminarPues si que es verdad... Me he ido al Yucatán jajaja Y es que me encanta viajar Merino....
ResponderEliminarYa decía yo que eso no me parecía nada acorde con lo demás... y los visitantes muy morenitos... jajajaja
La quito y cuando tenga un ratito pondre una de la verdadera, más que nada para no confundir.
Es verdad que el trabajo es algo largo...