Después de ver en clase de Historia un documental sobre Franco, me ha interesado investigar sobre el dictador y rebuscando encontré un artículo en el que se hablaba sobre un intento de atentado contra él. Era el “Complot de los cabos”. Esto me animó a buscar más intentos de asesinar al general Franco, que pudieron evitar la dictadura y cambiar decisivamente el curso de la Historia de España.
Y este es el resultado. Al ser bastante la información encontrada, he decidido dividir el trabajo en varias partes. Espero que sea de vuestro interés.
Los atentados contra el dictador
Tras la Guerra Civil diferentes organizaciones antifranquistas se plantearon la posibilidad de asesinar al general como solución para poner fin a la dictadura. A partir de entonces, y sin ninguna conexión entre ellas, se elaboraron una serie de planes para atentar contra él. La inmensa mayoría no pasaron de ser una idea descabellada, pero alguno estuvo muy cerca de conseguir su objetivo.
En contra de lo que se pueda pensar, los primeros intentos de asesinar a Franco se remontan a los momentos iniciales de la Guerra Civil, incluso antes. El 14 de julio de 1936, tan sólo cuatro días antes del estallido de la contienda, Antonio Vidal, un destacado anarquista afincado en Tenerife, estuvo involucrado en un intento frustrado contra el general, por entonces comandante militar de Canarias, en la sede de la Comandancia de la capital tinerfeña, que fracasó en el último momento por la traición de otro anarquista. Antonio Vidal evitó que lo detuvieran ocultándose bajo una lápida del cementerio de San Rafael y San Roque y después consiguió escapar, iniciando a partir de entonces una brillante carrera como espía al servicio de la República.
El complot de los cabos
De mayor transcendencia es el intento conocido como el complot de los cabos. Todo comenzó al filo de la medianoche del 17 de julio de 1936, momento en que empezaron a darse los primeros pasos para llevar a cabo la sublevación. En la ciudad de Ceuta, al Regimiento de Infantería del Batallón del Serrallo número 8 se le ordenó participar en la toma del control de la ciudad norteafricana. A él pertenecían los cabos veteranos José Rico Martín y Pedro Veintemillas, soldados profesionales pero de profundas convicciones republicanas. Los dos suboficiales patrullaban por las calles de la ciudad en cumplimiento de las instrucciones recibidas cuando observaron como grupos de falangistas detenían a civiles y asaltaban sedes de partidos políticos, mientras pegaban pasquines en las paredes con el bando firmado por Franco que establecía el estado de guerra, la disolución de los partidos y la prohibición del derecho de reunión.
Cuando en las primeras horas del 18 de julio, Rico y Veintemillas regresaron al cuartel, se reunieron con los también cabos Anselmo Carrasco y Pablo Frutos. Entre los cuatros estuvieron discutiendo acaloradamente cómo podían frustrar la sublevación contra la República. En ese mismo día, durante una segunda reunión, José Rico presentó un plan para matar a Franco que él mismo lideraría. Cuando el general entrase en el patio central de la comandancia para pasar revista a las tropas, él le dispararía a bocajarro. En ese momento, los demás implicados reducirían al resto de las tropas apuntándolas desde las ventanas del primer pido del acuartelamiento, impidiendo así cualquier intento de resistencia. Una vez conseguido su objetivo, un segundo grupo iría a la ciudad para informar del atentado y conseguir el apoyo de la población.
La tarde del 18 de julio, Rico pidió estar de guardia en la entrada principal del cuartel con la intención de ser el primero en enterarse de la llegada de Franco. Durante la guardia compartió vigilancia con el cabo Rodríguez. Durante sus declaraciones ante el consejo de guerra que siguió al atentado frustrado, éste último declaró:
“…José Rico me preguntó qué me parecía el Movimiento. Le contesté que llevaba dos días de servicio y que no me había informado, y él respondió que éste Movimiento iba contra el Gobierno, y que si nosotros fuéramos hombres deberíamos ponernos a favor de ellos e ir contra nuestros oficiales y jefes. Añadió que ya había implicado a los seis centinelas de la guardia. Y en el momento en que empezaran los disparos me tenía que poner a las órdenes de Anselmo Carrasco y Pedro Veintemillas”.
Los cabos y soldados implicados lo habían planeado todo con detalle. Sabían que Franco aterrizaría en Tetuán a bordo del famoso avión Dragón Rapide (a la izqda. el avión y Franco a su llegada al aeropuerto de Tetuán) y que en pocas horas se presentarían en la comandancia de Ceuta. Sin embargo, la tensión que atenazaba a los jóvenes soldados de reemplazo ante la trascendencia del intentado provocó que uno de ellos fuese a ver al coronel al mando del cuartel para contarle los planes del complot que se estaba organizando.
Alarmado por la información, el coronel detuvo a todos los implicados antes de que Franco llegase.
El 20 de julio los detenidos fueron trasladados a la prisión militar del Monte Hacho en Ceuta. El día 26 se dio inicio al procedimiento para someterlos a un consejo de guerra. En la madrugada del 21 de enero de 1937, cuando aún no se había celebrado éste, un grupo de falangistas entró en la prisión y con total impunidad sacó de sus celdas a los cabos Veintemillas y Marcos. Horas después sus cuerpos aparecieron con un tiro en la cabeza, abandonados en el depósito de cadáveres del cementerio, donde fueron enterrados en una fosa común.
Dos meses más tarde tuvo lugar el consejo de guerra. El juez de la causa, el teniente coronel Buesa, dictaminó el veredicto de culpabilidad acusándoles de traidores a la patria. En la madrugada del 17 de abril de 1937 fueron fusilados el sargento Garea, los cabos Rico, Carrasco y Lombau y el soldado Navas en el exterior de la prisión de Monte Hacho por un pelotón de regulares de Ceuta.
El 20 de julio los detenidos fueron trasladados a la prisión militar del Monte Hacho en Ceuta. El día 26 se dio inicio al procedimiento para someterlos a un consejo de guerra. En la madrugada del 21 de enero de 1937, cuando aún no se había celebrado éste, un grupo de falangistas entró en la prisión y con total impunidad sacó de sus celdas a los cabos Veintemillas y Marcos. Horas después sus cuerpos aparecieron con un tiro en la cabeza, abandonados en el depósito de cadáveres del cementerio, donde fueron enterrados en una fosa común.
Dos meses más tarde tuvo lugar el consejo de guerra. El juez de la causa, el teniente coronel Buesa, dictaminó el veredicto de culpabilidad acusándoles de traidores a la patria. En la madrugada del 17 de abril de 1937 fueron fusilados el sargento Garea, los cabos Rico, Carrasco y Lombau y el soldado Navas en el exterior de la prisión de Monte Hacho por un pelotón de regulares de Ceuta.
Kim Philby, as de espías
Una vez iniciada la contienda, muerto el general Sanjurjo en un accidente de aviación (debido al peso que llevaba en su maleta) y con Franco elevado a la categoría de líder indiscutible del alzamiento, aparece la arrolladora figura del famoso agente doble inglés de la Guerra Fría, Kim Philby, protagonista principal de un intento de atentado contra el general digno de una novela de suspense. Harold Adrián Russell Philby empezó a ser conocido con el apodo de Kim en el prestigioso Trinity College de Cambridge donde estudió. Como él afirma en sus memorias, fue reclutado como espía por los soviéticos durante su estancia en Viena, adonde viajó en 1934 tras terminar sus estudios de Historia. En ese mismo año regresó a Gran Bretaña donde construyó una falsa personalidad ultraconservadora que le permitió acceder a ambientes germanófilos dentro de la aristocrática sociedad londinense de la época, reuniendo valiosa información que se encargaba de transmitir a sus enlaces en Moscú.
En 1937, en plena Guerra Civil, Philby viaja a España como corresponsal de la agencia London General Press para cubrir informativamente el conflicto. Durante su estancia en nuestro país los servicios de espionaje soviéticos le encomendaron dos misiones. La primera y más evidente era mantenerles informados sobre los planes y movimientos del ejército franquista. La segunda, mucho más sorprendente y que ha sido confirmada hace pocos años por unos documentos desclasificados de la inteligencia británica, era la de atentar contra Franco.
La orden fue dada por el propio Stalin en persona. El cerebro del plan para llevarla a cabo era Nikolai Yezhov (en la foto de la izquierda), en aquel entonces comisario del NKVD, acrónimo en ruso del Comisariado de Asuntos Internos del Pueblo, organización precursora del KGB. Yezhov, conocido como El enano y El Renco (medía 1’51 y era cojo) era un siniestro y sanguinario personaje que se había encargado de organizar la Gran Purga ordenada por Stalin y que disfrutaba torturando personalmente a los opositores al régimen. Yezhov dio instrucciones a otro agente doble británico, Paul Hardt, para que encontrase a la persona adecuada para cumplir la misión. Hardt consideró a Philby el hombre idóneo que estaba buscando.
Establecido en Burgos y alojado en el Hotel Condestable, su hábilmente labrada reputación como periodista germanófilo, sus crónicas claramente favorables al bando de los sublevados y, por supuesto, su encanto personal, pronto le granjearon las simpatías de los mandos militares más cercanos a Franco con los que hablaba habitualmente y que, engañados, le brindaron la valiosa información que Philby utilizaba para escribir sus artículos o remitir directamente a Moscú. Su reputación como periodista brillante con buenos contactos llegó a Londres y el prestigioso periódico The Times se hizo con sus servicios. Philby había llegado donde quería y disponía de la tapadera perfecta para ocultar su verdadera identidad.
Aunque en una entrevista Philby se jactó de haber estado cinco veces ante Franco, el espía realmente sólo dispuso de dos ocasiones para intentar el atentado.
La primera y la que estuvo más cerca de cumplir su objetivo, fue cuando el general le concedió una entrevista en exclusiva para The Times. Era la oportunidad perfecta que habían estado esperando. Los superiores de Philby le consideraban un magnífico espía pero no un hombre de acción. Para cometer el atentado utilizarían a un anarquista llamado Justo Bueno que, infiltrado como fotógrafo en la entrevista y con una pistola oculta en su cámara, sería el que al final realizaría los disparos. Sin embargo, Franco suspendió el encuentro en el último momento y el atentado se frustró.
La segunda oportunidad se presentó de forma casual. El 31 de diciembre de 1937, en el pueblo de Cauda situado a muy pocos kilómetros de Teruel, el vehículo en el que viajaba Philby junto con otros tres periodistas americanos resultó alcanzado por un proyectil de artillería. Sus tres compañeros murieron y Philby resultó gravemente herido en la cabeza. Pocos días después del incidente y mientras aún estaba convaleciente, se le comunicó que sería condecorado personalmente por Franco en audiencia privada con la Gran Cruz de la Orden del Mérito Militar.
Sin embargo, según se recoge en los documentos desclasificados de los Archivos Nacionales Británicos, Philby recibió la orden de abortar el plan del atentado sin explicar cuál fue la razón que provocó el cambio de planes. Paul Hardt, su contacto, fue llamado a Moscú y desapareció para siempre, y Yezhov, el cerebro del complot, murió asesinado víctima de una de las purgas estalinistas con las que tanto parecía disfrutar. Philby recibió la condecoración en un acto impersonal y frío en el que Franco apenas le prestó atención, y continuó con su trabajo de periodista hasta que terminó la contienda.
Bibliografía:
“Los atentados contra Franco” de Eliseo Bayo – Editorial Plaza & Janes.
“Los atentados contra Franco” de Eliseo Bayo – Editorial Plaza & Janes.
“Historia de Ceuta y Norte de África: Atentado a Franco en Ceuta” de Francisco Sánchez Montoya.
Documental "Los que quisieron matar a Franco" emitido en la 2 y realizado con la colaboración de TVE, Televisió de Catalunya y el Ministerio de Cultura.
AUTOR:
Andrés Garrido Galeote
2º. Bachillerato B
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.