Lao Tse (“Viejo Maestro”) fue el creador del Dào Dé Jing o Tao te Ching, uno de los tesoros de la cultura universal y obra esencial del taoísmo, cuya influencia ha impregnado todos los aspectos de la cultura china y, por extensión, de todo el Extremo Oriente: arte, religión, filosofía, política, comportamientos sociales…
Las teorías sobre el origen del pensador permanecen envueltas en la leyenda, cuya existencia histórica aún permanece en controversia. Según la tradición, su nacimiento fue milagroso: después de ochenta y dos años de llevarlo en su seno, su madre, que era virgen, lo dio a luz bajo la axila izquierda, una vez que casualmente un rayo de sol se introdujo en su boca cuando descansaba a la sombra de un cerezo. Lao Tse nació lleno de arrugas y con el pelo blanco, en posesión de toda su sabiduría desde el principio: se puso a meditar en silencio. Según el testimonio que recoge el historiador Sima Qian (145-86 a. C.), fue conocido como Lao Dan, natural de la provincia de Hu, del sureño reino de Chu, un historiógrafo encargado de la corte de la realeza Zhou (1122?-249 a. C.) y contemporáneo a Confucio. La biografía que esboza Sima Qiam cuenta que, desencantado de la vida que le ofrecía la decadente corte de los Zhou, partió hacia occidente a lomos de un búfalo negro, y antes de desparecer, le entregó sus enseñanzas escritas con unos cinco mil carácteres chinos al guardián del paso fronterizo divididas en dos partes: la primera, dedicada al curso (dao), y otra dedicada a la virtud (de).
Desde el inicio de la decadencia de los Zhou, las diversas corrientes filosóficas trataban de encontrar soluciones a los problemas de su tiempo que, pese a su complejidad, se reducían a uno solo: el curso humano, el curso natural y el curso del cielo, es decir, el dao. De modo que, los pensadores de esos tiempos buscaban reajustar el curso para que volviese a reinar la virtud. En este contexto, Lao zi explicaría a través del Tao te King cómo el gobierno debe identificarse con el curso para que el mundo vuelva, espontáneamente, al orden. Al tratarse de lo absoluto, el pensador reflejaría en su obra lo inútil de plantearse en términos relativos (malo, bueno, etc.) un reajuste.
El taoísmo de Lao Tse representa el aspecto místico, esotérico, de la tradición china, frente al confucianismo, su aspecto más exterior, ritualista y convencional. La síntesis de estas dos perspectivas ha configurado el equilibrio de parte de la cultural occidental. Una de las célebres anécdotas de la vida de Lao Tse se refiere a cuando Confuncio fue al encuentro del filósofo con el fin de conocer su opinión respecto a los ritos. La respuesta del viejo sabio fue en el sentido de exhortarlo a la profundización interior y a la búsqueda de la sintonía con el espíritu universal, con la esencial naturaleza de las cosas, del Tao.
Desde que empezó a conocerse en Occidente, la fascinación que ejerce es inagotable, de todos los textos orientales ha sido el objeto de más traducciones y, de todos los grandes libros de sabiduría es el más breve y no obstante está completo; se puede decir incluso que, a lo largo de sus ochenta y un párrafos no progresa, no añade nada, no hace sino variar alrededor de la misma idea, aunque no sea propiamente una idea, no se dirige ni a la fe ni a la razón: desconoce esta tradicional diferenciación nuestra. Este libro nos remite a lo que llamamos convencionalmente lo natural. Si bien nos fascina es porque sirve de fondo a nuestra experiencia y no responde a los prejuicios de nuestra mente, cierra por completo cualquier vía ontológica y nos abre otras fuentes de inteligibilidad.
Tao significa “el camino del hombre” pero también es un concepto que abarca el cosmos y el mundo de los hombres. El Tao Te King propone una filosofía que intenta mostrar el camino de la virtud, la armonía y la felicidad para el ser humano. El Libro del curso y de la virtud, lejos de oponerse al devenir, como empieza haciéndolo la ontología, concibe su constancia como la de la transformación, puesto que por la transformación lo real acontece sin cesar, el curso se realiza. Pero, en realidad, el curso al que nos remite no es un curso que lleva a, sino el curso por donde lo real no deja de pasar, ni la vida de renovarse. Por lo que podemos decir que Lao zi no nos enseña nada, no nos revela nada, tan sólo nos hace descubrir como las cosas acontecen por sí mismas, de forma natural. Ese fondo de lo real alrededor del cual el texto no deja de dar vueltas, al que constantemente nos remiten sus fórmulas, no se alcanza bajo ninguna figura de trascendencia, ni Ser ni Dios.
Occidente ha tomado la costumbre de colocar éste texto del lado de la mística, hablar del curso de Lao zi no ya como principio del Ser, sino de la vía de la salvación. Pero el pensador se mantiene a una distancia prudente de cualquier idea de Dios, nos habla de algo que diríase perpetuo y aparece anterior al emperador del cielo, a Dios.
Su enseñanza es simple: conviene dejar que las cosas vengan por sí mismas, dejar que opere la inmanecia. El tema que parece caracterizar al libro es el principio de la no acción (wu wei), el cual puede llegar a malinterpretarse por lo que la fórmula debe leerse en su versión completa: no hacer nada, pero que nada quede sin hacerse. No alienta el desinterés por el mundo, nos habla de que más vale que las cosas vengan naturalmente, por sí mismas. Por lo tanto, el sabio es el que no fuerza las acciones con lo arbitrario de nuestras voluntades, para dejar a la inmanencia la capacidad de obrar. Como el agua, adaptarse al curso del mundo.
Este no intervencionismo también es válido para el plano social, así como en la política: evitar la enunciación de reglas y prohibiciones, pues son fuente de desorden, contravienen a la regulación natural. De manera proporcional, cuantas más leyes existen, más contraventores hay a la ley.
Una vez más, hay que retirar lo que constituye un obstáculo y limitarse a dejar que las cosas sucedan.
El Tao que puede nombrarse no es el Tao eterno.
El nombre que puede nombrarse no es el nombre
inmutable.
La no existencia es el principio del cielo y de la tierra.
La existencia es la madre de todos los seres.
Por eso,
en la nada permanente se vislumbrará el misterioso principio del Universo,
en el ser permanente se vislumbrará su límite.
Ambos brotan de lo mismo, aunque tienen distinto nombre.
Juntos significan oscuridad.
Oscuridad y oscuridad, puerta de todos los misterios.
El pensador, para resaltar el mensaje, permanece en el umbral del habla, procurando no enunciar demasiado. Por eso, sus formulaciones resultan paradójicas y, por el enigma que abren, favorecen el pensamiento. Wang Bi (226-249), considerado el mejor comentador de Lao Tse, explicaba que, puesto que al no argumentar el texto no progresa, no podemos detenernos en cada una de las formulaciones que nos ofrece con la esperanza de esclarecer aquello a lo que llamamos lo natural antes de pasar a la siguiente. La lectura del Tao te King ha de ser global, ya que todas las fórmulas se aclaran unas a otras de forma recíproca, son caminos que corvengen constantemente. El dao es insípido, sólo repitiendo los enunciados de la obra constantemente podemos llegar a discernirlo.
El libro ha motivado el interés de muchos traductores, proveniente de Extremo Oriente es el mas difícil de reproducir, de hecho, algunas traducciones difieren mucho entre sí debido a que el texto renuncia a las explicaciones, prestándose a la aventura de la interpretación.
Obra en la que todo individuo puede encontrar una idea o una palabra que estimule su intuición sobre las realidades esenciales del hombre y del mundo, sin crispación ni prisa. En la palabra de Lao Tse, tan cercana y tan lejana a la vez.
Fuentes de información principales:
-Lao Tse - Wikipedia
-Tao Te Ching - Wikipedia
-Taoísmo - Wikipedia
-Tao Te King; Los pequeños libros de la sabiduría. Traducción del inglés de Esteve Serra
Cristina Monedero
Guillermina Malo de Molina
Guillermina Malo de Molina
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