¡Terminamos ya el curso! El último día para poder subir trabajos será el día 8 de Mayo a las 23:59. A ponerse las pilas que ya queda poquito!!!!

domingo, 9 de mayo de 2010

CARMEN AMAYA.


Nacida en Barcelona en 1913 y fallecida en Begur (Gerona) en el año 1963.
Nació en una barraca del Somorrostro. Su padre fue Francisco Amaya "el Chino", un guitarrista pobre que se ganaba la vida tocando por las tabernas de su pueblo de noche y de día. Cuando tenía tan solo cuatro años y era una gitanilla “escuchimizada y negruzca”, Carmen empezó a salir con su padre por las noches a buscarse las habichuelas. El hombre tocaba la guitarra mientras la pequeña Carmen cantaba y bailaba. Después, se dedicaban a pasar la mano, o a recoger las monedas que el público les había arrojado al suelo. Al mismo tiempo, comenzó a aparecer en algunos teatros que carecían de prestigio alguno. José Sampere, un avispado empresario de variedades, fue el primero que se interesó por ella y la llevó a una sala de cierta categoría, el teatro Español de Barcelona. Pero el gran inconveniente era que su corta edad no le permitía trabajar legalmente, y ello forzaba a una constante tensión. Su nombre apareció por primera vez en letra impresa por los tiempos de la Exposición Internacional de Barcelona, en 1929, gracias a Sebastián Gash, un crítico sagaz que la vio y habló de ella en el semanario Mirador: "Imagínense ustedes a una gitanilla de unos catorce años de edad sentada en una silla sobre el tablado. Carmencita permanece impasible y estatuaria, altiva y noble, con indecible nobleza racial, hermética, ausente, inatenta a todo cuanto sucede a su alrededor, solita con su inspiración, en una actitud tremendamente hierática, para permitir que el alma se eleve hacia regiones inaccesibles. De pronto, un brinco. Y la gitanilla baila. Lo indescriptible. Alma. Alma pura. El sentimiento hecho carne. Movimientos de un descoyuntamiento en ángulo recto que alcanza la geometría viva".

También por aquella época la vio bailar Vicente Escudero, quien aseguró que Carmen Amaya haría una revolución en el baile flamenco, porque era la síntesis de dos grandes estilos: el de la bailaora antigua; y el estilo trepidante del bailaor en sus variaciones de pies. En el año 1935 fue contratada por el empresario Carcellé, que la presentó en el Coliseum de Madrid. Ésta fue seguramente la auténtica consagración de Carmen a nivel nacional. También el mundo del cine se fijó en ella. Interpretó un pequeño papel en “La hija de Juan Simón”. Posteriormente, trabajó en María de la O, junto a Pastora Imperio.


Cuando se produjeron los acontecimientos del 18 de julio de 1936, Carmen y los suyos se encontraban en el Teatro Zorrilla de Valladolid, trabajando en la compañía de Carcellé. Por esos momentos las cosas ya les iban bien económicamente, y habían comprado su primer coche. Tenían que ir a Lisboa para cumplir un contrato, pero el coche les fue requisado y hasta noviembre no pudieron pasar a Portugal. Tras algunos contratiempos consiguieron finalmente embarcar hacia América en un buque que tardó quince días en cruzar el Atlántico. Llegaron a Buenos Aires, y el triunfo de Carmen Amaya y los suyos superó todas las expectativas. Fueron para quedarse solo cuatro semanas y acabaron viviendo allí durante nueve meses, ya que cada vez que Carmen actuaba el teatro se llenaba y las entradas llegaron incluso a venderse con dos meses de antelación. Buena muestra de la enorme popularidad que la artista consiguió en este país sudamericano, es la construcción del teatro que lleva su nombre: el Teatro Amaya.
En América Carmen Amaya conoció a muchas de las personas más influyentes de su tiempo. Estuvo varias veces en Hollywood, para rodar algunas películas y las personalidades más destacadas del cine, la música o la cultura quisieron verla bailar. El músico Toscanini fue un día a verla, y declaró que nunca antes había visto a una artista con más ritmo y más fuego que ella. Improvisaba continuamente. Su compás era de acero y poseía un sentido prodigioso del ritmo, con un tempo increíblemente riguroso, que deleitaba por su perfecta exactitud en un torbellino de movimientos. Nunca nadie ha dado las vueltas como ella, con tanta rapidez como perfección. En América conoció también a Roosevelt, el presidente de los Estados Unidos, y en Europa, llegó a tratar incluso con la Reina de Inglaterra.


Hasta 1947 no volvió a España, y lo hizo convertida ya en una estrella indiscutible a nivel mundial. Sus años en América le habían servido para asentar su arte y para que su fama creciera imparable. Se contaban de ella cosas que parecen difícilmente creíbles. Y empezaron a circular en torno a su sorprendente personalidad las más peregrinas historias imaginables. Como lo del pescaíto frito en sus lujosas habitaciones del Waldorf Astoria.

Por entonces, su baile era el flamenco más bravo que había subido al teatro. Pero no destacaba únicamente por su arte, también por su personalidad fascinante, que conquistaba a todos cuantos conocía, tanto por su baile como por sus imprevisibles comportamientos. Además de ser extraordinariamente generosa. Parece cierto que durante buena parte de aquellos años en América la bailaora mantuvo una relación sentimental con Sabicas, quien declaró poco antes de su muerte, que Carmen y él habían sido novios durante nueve años, y que se habían separado en México.

En 1952 se casó con el guitarrista Juan Antonio Agüero, miembro de su compañía, un hombre perteneciente a una distinguida familia de Santander, que no era gitano. Vivieron una auténtica historia de amor, con una boda íntima. En el año 1959 Carmen vivió otro de los momentos más emocionantes de su vida, cuando se celebró la ceremonia de inauguración de la fuente a la que habían puesto su nombre en el Paseo Marítimo de Barcelona, que atraviesa el barrio de Somorrostro, los mismos lugares y la misma fuente por donde ella había paseado muchos años antes, con los pies descalzos y arrastrando sus miserias de niña. Los últimos diez años de su vida los vivió rodeada de gente y casi santificada. No sólo por su público, sino por quienes trabajaban con ella. Su genio era instintivo, animal, tenía poco que ver con los aprendizajes académicos. Cuando actuó por última vez en Madrid, Carmen Amaya estaba ya enferma de muerte. Una especie de insuficiencia renal que le impedía eliminar debidamente las toxinas que su cuerpo acumulaba. Y los médicos no pudieron encontrar ninguna solución a su problema.


Su enfermedad se vio agravada por el rodaje de su última película, “Los Tarantos”, en la primavera de 1963. La bailaora tuvo que bailar descalza y con un frío insoportable, de modo que cada vez que se paraba el rodaje se ponía inmediatamente el abrigo, y nunca hubo que repetir una escena por su culpa. A pesar de estos inconvenientes, Carmen lo sobrellevó con ejemplar entereza, y al acabar el rodaje de la película, iniciaron la gira de verano y el 8 de agosto, encontrándose trabajando en Gandía, Carmen no llegó a terminar su actuación. Estaba bailando uno de sus números, cuando de pronto le dijo a Batista: "Andrés, terminamos".

Así terminó la vida de una “bailaora de raza”, cuyos únicos maestros fueron la calle, la familia y su sangre gitana, y que consiguió revolucionar el baile flamenco. Con su forma de bailar, Carmen Amaya demostraba que para ella el flamenco es sentimiento, alma y pasión. Su baile parece surgir de rabia y violencia contenidas, lo que le imprime una velocidad y una fuerza asombrosas que parece desafiar a las leyes de la gravedad. Hoy sigue siendo paradigma de una forma de entender el baile y el flamenco.
Aunque Carmen Amaya es hoy en día un mito del baile, también cantaba. De hecho, su padre pensó en un primer momento que estaba mejor capacitada para el cante que para el baile. Tenía la voz ronca y oscura, típica del cante gitano. Una buena muestra de su forma de cantar pueden verse en "La reina del embrujo gitano". También Carmen Amaya. Grabaciones discos pizarra. 1948-1950 recoge una buena muestra de sus dotes de cantaora, acompañada por dos guitarristas de su estirpe, Paco y José Amaya, o en "En familia".


FILMOGRAFÍA.
-La hija de Juan Simón (1935)
-María de la O (1936)
-Martingala (1940)
-Vea a mi abogado (1944)
-Los amores de un torero (1945)
-Los Tarantos (1963)
De todas sus películas, la que más destaca es sin duda “Los Tarantos”, del director Rovira Beleta, una versión de “Romeo y Julieta”, ambientada en el barrio marginal de Somorrostro, en el que creció Carmen, y en la que dos familias gitanas enemistadas ven como sus hijos sellan con sangre una promesa de amor eterno. Esta cinta está basada en la obra de teatro de Alfredo Mañas, y en ella, Amaya interpreta a la madre Taranta, que acaba superando el odio familiar, atraída por el baile de Juana, su hija.






Bibliografía:
http://es.wikipedia.org/wiki/Carmen_Amaya
http://www.esflamenco.com/scripts/news/esnews.asp?frmIdPagina=432
http://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/amaya.htm

Trabajo realizado por: Sara López y Sara Montes.

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