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jueves, 12 de noviembre de 2009

Los poetas: Góngora y Velázquez

Góngora & Velázquez



















(Luis de Góngora y Argote en un óleo pintado
por Velázquez que se conserva en el Museum
of Fine Arts de Boston.)
Góngora, poeta popular y culto. Nació el 11 de julio de 1561

Luis de Góngora y Argote vivió entre los años 1561 y 1627, en su Córdoba natal y pronto resalta su inclinación por las artes. Fue considerado en su tiempo el mayor poeta castellano y uno de los más grandes poetas europeos. Su padre, don Francisco de Argote, era juez de bienes confiscados por el Santo Oficio de Córdoba. Poseía una copiosa biblioteca calificada por el erudito Díaz de Ribas como la gran librería. Su madre, doña Leonor de Góngora, era hermana de don Francisco de Góngora, quien a través de un lejano pariente, secretario de Felipe II, consiguió varios beneficios, entre ellas ración entera en la catedral de Córdoba, redondeó un capital y protegió a sus sobrinos, obligándolos a anteponer su apellido. Fue reconocido como “poeta erudito” porque exhibía una gran gala e ingenio.
Luis, el mayor, fue destinado a sucederlo en la ración, por lo cual hubo de estudiar derecho canónico, beneficiado de la catedral cordobesa donde fue amonestado ante el obispo Pacheco por acudir pocas veces al coro y por charlar en él, así como por acudir a diversiones profanas y componer versos satíricos, en Salamanca. En 1585, con 24 años, Góngora se ordena de diácono y se convierte en racionero: sus rentas alcanzan unos 1450 ducados anuales, cantidad considerable. Su vida transcurre sosegada y placentera, y ve crecer su prestigio como poeta. El consejo lo nombra secretario y le encarga comisiones que le llevan a viajar por España, y así visita Salamanca, Palencia, Cuenca, Navarra, Galicia, Toledo, Madrid, Valladolid, etc. En 1609 regresa a Córdoba y empieza a intensificar la tensión estética y el barroquismo de sus versos. Entre 1610 y 1611 escribe la Oda a la toma de Larache y en 1613 el Polifemo, (un pasaje mitológico de las Metamorfosis de Ovidio. En 1670 visita Niebla, Lepe y Ayamonte invitado por el conde de Niebla y el marqués de Ayamonte. Es la época de mayor fecundidad en su poesía, su fama se extiende, y en 1617 el poeta deja Córdoba para establecerse en la corte como capellán honorario del rey, cargo que requiere el sacerdote. Escribe y no termina un Panegírico al duque de Lerma, su protector y valido cuya estrella está en declive. Recién subido al trono Felipe IV (1621), falto de defensores, siente decaer el ánimo; sus rentas, ya muy mermadas, no le permiten sostener su casa con decencia. En febrero de 1626 sufre un ataque cerebral (apoplejía). Tras su leve mejoría, regresa a Córdoba en otoño. Allí permanece, enfermo y desmemoriado, hasta su muerte, el domingo 23 de mayo de 1627 (a los 65 años). Sus restos reposan en la capilla de San Bartolomé de la mezquita-catedral.
Góngora es el máximo representante de la lírica culterana barroca. Asistió a muchas tertulias y academias literarias. En vida gozó de un gran prestigio y fueron muchos los apasionados admiradores que lo exaltaron como el primer poeta español, pero su carácter agrio, su ingenio mordaz y su arrogancia también le granjearon numerosas enemistades, entre ellas las de Lope de Vega y Quevedo. En su juventud conoció aventuras amorosas y aficiones como el juego (lo que le llevó a graves situaciones económicas) y le gustaban las corridas de toros. En la obra poética de Góngora se pueden establecer dos grupos: al primero pertenecen las composiciones en metros cortos populares; al segundo se adscriben los poemas en endecasílabos: los sonetos, la Fábula de Polifemo y Galatea y las Soledades. Esta doble línea, popular y culta, se prolonga a lo largo de toda la vida del poeta, aunque se observa una progresiva complicación que afecta por igual a toda su obra. En las Soledades, Góngora lleva al extremo la oscuridad y la complejidad de estilo, utilizando unos artificios lingüísticos deslumbrantes.

(Portada de la edición de las Soledades de Góngora impresa en Madrid en el año 1636)

Velázquez, pintor cortesano y de tipos populares.

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez nació en Sevilla en el año 1599 y murió en Madrid, como pintor de la Corte, en el año 1660. Miembro de una familia noble de origen portugués, mostró un talento precoz para la pintura. Recibió su primera formación artística de la mano de Herrera el Viejo, aunque permaneció con él pocos meses y, en 1610, a los 11 años, entró en el taller de Francisco Pacheco. En 1617 paso el examen preceptivo del gremio sevillano de pintores, y un año después desposo a Juana Pacheco, hija de su maestro. Durante el primer periodo de su etapa sevillana (1628-22), Velázquez se dedicó principalmente a los bodegones, naturalezas muertas, cuadros de género y de temática religiosa. Estas primeras obras sorprenden por la solidez compositiva, la adopción de tipos populares logrados con rotundidad y gran sentido plástico, así como el uso de los contrastes dramáticos y claroscuristas, aunque el interés por los detalles revela la influencia de la pintura flamenca: Vieja friendo huevos, El aguador de Sevilla, Cristo en casa de Marta y María, La cena en Emaús, La adoración de los Magos. En 1623 Velázquez viajó a Madrid y tuvo la protección del conde-duque de Olivares. Pintó su retrato y también los del rey y el príncipe de Gales, desgraciadamente estos perdidos.


(Venus del espejo, 1649-1651, óleo sobre lienzo de la National Gallery de Londres.)

A partir de ese momento, inició una carrera ascendente que comenzó con su nombramiento como pintor de cámara de Felipe IV, y que sucesivamente le llevaría a ocupar en la corte puestos de creciente prestigios. Cuadros representativos de este período son El infante Don Carlos, varios retratos de Felipe IV, El triunfo de Baco o Los Borrachos. En 1629 realizó Velázquez su primer viaje a Italia, fruto del cual fueron las obras Jacob recibe la túnica de José y La fragua de Vulcano, magníficos estudios anatómicos que revelan la maestría del pintor en la plasmación del mundo. Tras su vuelta a España, Velázquez inició su período de madurez con grandes composiciones de factura más libre, pincelada suelta y un cromatismo más fresco y luminoso. Posteriores a su viaje a Italia son las obras Cristo en la cruz y los retrato de Don Diego del Corral y Arellano, Doña Juana Pacheco, Isabel de Borbón y el príncipe Baltasar Carlos a los tres años. En 1634 trabajó para el Salón de los Reinos del Buen Retiro, para el que pintó del cuadro de La rendición de Breda, conocido también como Las Lanzas, obras maestra por su humanidad y magnífico equilibrio compositivo. En su condición de pintor real, Velázquez realizó un gran número de grandes retratos cortesanos, en especial retratos ecuestres como Felipe IV a caballo, El príncipe Baltasar Carlos a caballo, o el impresionantes Don Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares, todos conservados en el Prado. Entre los años 1636 y 1648, Velázquez simultaneó los retratos de los miembros de las realezas con las escenas de cacería y una serie de magníficos retratos de los bufones y los enanos de la corte: El niño de Vallecas, El bufón Calabacillas, El bufón don Sebastián de Morra, etc. A partir de 1664, el arte de Velázquez se haría más pictórico, más libre, con una pincelada que sugiere, más que define, y un cromatismo más rico y armonioso, como se aprecia en un extraordinario retrato de Felipe IV y en la dama del abanico. En 1649, el pintor viajó nuevamente a Italia con el encargo de adquirir obra de arte para las colecciones reales, que amplió con lienzos de Tintoretto, Veronés y Ticiano, entre otros.

(Los Borrachos, 1628-1629, óleo sobre lienzo que se conserva en el Museo del Prado, en Madrid. Velázquez da en esta pintura un tratamiento muy personal al tema mitológico clásico.)

Durante este período pintó dos obras maestras, el retrato de su criado, Juan de Pareja, y el del Papa Inocencio X, este último considerado una obra maestra del género por la extraordinaria sinfonía cromática en rojos. También realizó probablemente en este período la célebre Venus del espejo, obra sensual y enigmática, profundamente influida por la escuela veneciana. Reclamado por Felipe IV, en 1651 Velázquez regresó a Madrid, donde recibió nuevos honores y cargos en la corte real. De esta última década sobresalen dos obras excepcionales: Las meninas (1656), composición compleja en la que el artista lleva al máximo el ilusionismo espacial barroco y la plasmación del espacio atmosférico, borrando los límites del cuadro, y Las Hilanderas o La fábula de Aracné (1657), obra en la que se mezclan la realidad y la fábula a través del juego de luces y las formas disueltas en manchas de color. En 1658, Velázquez fue nombrado caballero de Santiago (1658), privilegio exclusivo de la más alta nobleza y una distinción nunca otorgada a ningún otro pintor. Culminó de este modo su carrera, tras haber sido ujier de cámara, ayuda de cámara y aposentador de palacio. Con este último cargo, fue enviado en 1660 a preparar la residencia real en la isla de los Faisanes, para la entrevista entre Felipe IV y Luis XIV con motivo de la entrega en matrimonio de la infanta María Teresa. Después de esta misión, que le llevó sus últimas fuerzas, enfermó y regresó a Madrid para morir al poco tiempo.

(Las meninas o La familia de Felipe IV, 1656, óleo sobre lienzo del Museo del Prado. Además del propio Velázquez y la infanta Margarita, se han identificado casi todos los personajes de la corte que aparecen en la escena.)

BIBLIOGRAFÍA:

http://www.los-poetas.com/h/biogongo.htm

Enciclopedia: Andalucía

María Moldes.

1 comentario:

  1. Extraño tema por dos razones: a) no se ajusta a la temática "España contemporánea" (y subrayo "contemporánea"). b) unir a un poeta y a un pintor, ambos extraordinarios de los que se puede hablar largo y tendido de cada uno. La próxima vez piénsate mejor el trabajo.

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