EL DESCONTENTO DE FALANGE
Para matar al jefe del estado se escogió la fecha del 1 de abril de 1941, durante la celebración del Desfile de la Victoria. El plan inicial consistía en hacer estallar una bomba en la tribuna presidida por Franco. Sin embargo, pronto se desestimó porque algunos de los miembros de la Junta lo consideraban un método indiscriminado más propio de anarquistas. Se optó por la posibilidad de disparar directamente contra él. Se mantuvo la fecha del primero de abril, pero se cambió el lugar donde se cometería el atentado, eligiendo el escenario del Teatro Español de Madrid adonde Franco acudiría esa noche a ver un espectáculo. La Junta se reunió una semana antes para pulir los detalles de la operación y votar sobre la conveniencia de realizar el atentado. Durante la misma remanifestaron las serias dudas que albergaban sus miembros para llevar a cabo el plan. Entendieron que los asesinatos de Franco y Serrano Súñer (en la foto de izquierda a derecha: Serrano Súñer, Franco y Mussolini) causarían un efecto contrario al que pretendían, desatando una dura represión dirigida contra ellos. Con cuatro votos negativos y una abstención, el resultado de la votación fue concluyente. Ni uno sólo de los miembros de la Junta estaba a favor de los atentados.
Los que acudían a estas reuniones clandestinas corrían graves riesgos y cualquier soplo podía poner sus vidas en peligro.
Debido a su carácter secreto, nunca había constancia escrita de los que acudían a ellas y de lo que hablaban, por lo que no existen pruebas materiales sobre lo que realmente se trató en esas citas, tan sólo el testimonio oral, más o menos distorsionado, de los que acudieron a ellas.
Más adelante, al principio de la década de los sesenta, Narciso Perales, otro histórico miembro de la Falange y uno de sus disidentes más activos contra el Decreto de Unificación, entró en contacto con relevantes figuras anarquistas buscando puntos de aproximación. Estas relaciones no llegaron a nada positivo pero hubo algunos sectores de Falange que vieron en ellas un intento de conspiración contra la figura de Franco, levantando una serie de rumores infundados que lo único que consiguieron fue poner en alerta a los servicios de seguridad que protegían al Jefe del Estado.
STUART CHRISTIE, EL IDEALISTA ESCOCÉS
Sin embargo, el papel ejercido por el escocés se limitaba al de ser un simple enlace, sin conocer realmente las intenciones del plan.
Después de recoger los explosivos en París, el joven viaja hasta Toulouse y de allí a Perpiñán, desde donde debía intentar cruzar la frontera usando sus propios medios. Christie llega a España haciendo autostop y logra hacerlo sin levantar sospechas, a pesar de que en pleno mes de agosto llevaba puesta una gruesa chaqueta en la que escondía los explosivos. Sin embargo, a las pocas horas de su llegada a Madrid, es detenido por agentes de la tristemente conocida Brigada Político Social mientras se comía un bocadillo en un bar de la Puerta del Sol madrileña, a escasos metros de la entonces Dirección General de Seguridad.
Juzgado y encarcelado, Christie fue condenado a veinte años de prisión, aunque un indulto personal de Franco lo dejó en libertad a mediado de agosto de 1967.
TENTATIVAS ANARQUISTAS
De todas las organizaciones antifranquistas que se propusieron atentar contra el dictador, quizá fueron los anarquistas los más activos y los que lo intentaron más veces. Aunque su nivel organizativo era superior, en la mayoría de los casos la planificación de los mismos tampoco llegó a superar la fase inicial de preparación, convirtiéndose en tentativas producto de iniciativas individuales inspiradas muchas veces por motivos personales. De lo que no cabe duda es de la firme determinación de todos aquellos que lo intentaron.
De esta forma, y según un testimonio recogido en el libro “Los atentados contra Franco”, a los pocos meses de terminada la Guerra Civil, un grupo de anarquistas fuertemente armadas atacaron la comitiva oficial en la que viajaba Franco, disparando contra el coche que creían que ocupaba. Sin embargo, el general viajaba en otro vehículo y durante el tiroteo murió el jefe de la escolta y todos los atacantes.
Del 1 al 12 de mayo de 1945 se celebró en París el primer Congreso de federaciones locales de la CNT. Durante el mismo se nombró un Comité Nacional que aprobó un dictamen para realizar acciones violentas en territorio español y, en sesión restringida, consideró favorablemente la posibilidad de atentar contra Franco. De esta forma se hacía “oficial” el apoyo de la cúpula anarquista a estos intentos, aunque se acordó ocultar la decisión para evitar posibles reacciones de las autoridades francesas. Se daba así vía libre a todos aquellos militantes o grupos de la organización que pretendían cometer el atentado, pero sin ejercer un control directo sobre ellos, lo que provocó una descoordinación total entre los diferentes intentos que se planearon, malgastando esfuerzos y medios que usados de otra forma podían haber sido más efectivos.
El 17 de mayo de 1947 Franco visita Barcelona. La ciudad se encuentra tomada por fuerzas de seguridad que vigilan todos los itinerarios de la comitiva oficial. A pesar del riesgo evidente, Domingo Ibars, que ha vuelto a cruzar la frontera eludiendo los controles, está decidido a no fracasar esta vez. Contacta con un grupo de anarquistas disidentes autodenominado Los anónimos para que le ayuden a cometer el atentado.
Dos de los anónimos se colocan en posición con las carteras preparadas. La espera se hace interminable y la tensión va en aumento. Cuando las autoridades se disponen a formar para recibir a Franco, un grupo de niños se sitúa entre ellos y los anarquistas, dentro del radio de acción de la onda expansiva de las bombas. Los que llevan las carteras miran a Ibars sin saber qué hacer, buscando en sus ojos una decisión. Minutos antes de la llegada de la comitiva oficial, abandonan sus posiciones sin activar los explosivos, confundiéndose entre la multitud.
Lo que no sabía Ibars y su grupo es que casi a esa misma hora Pedro Adrover Font, uno de los militante más activos del movimiento libertario, y que, detenido por la Gestapo alemana había sobrevivido al campo de concentración de Matthausen, merodeaba por los alrededores de la catedral con la intención de colocar una bomba que estallaría cuando Franco estuviese en su interior. Adrover, con los explosivos escondidos en una caja de zapatos, espera la ocasión para acceder al templo que se halla literalmente tomado por las fuerzas de seguridad, lo que le hace desistir en su intento, frustrándose el atentado. Esta acción individual es un claro ejemplo del grado de descoordinación que existía entre las diferentes intentonas anarquistas.
ATENTADO POR AIRE
De todos los intentos de magnicidio contra Franco, el plan ideado por Laureano Cerrada Santos, un relevante dirigente de la CNT en el exilio francés, es quizá el más espectacular. Sin el conocimiento del resto de la organización, el audaz activista se hacía propuesto cometer el atentado en San Sebastián, durante la celebración de las regatas de traineras que tendrían lugar a primero de septiembre de 1948 y a las que acudiría Franco, mediante un bombardeo efectuado por un avión cargado de bombas.
Cerrada mantiene el plan en absoluto secreto con la intención de evitar su posible desaprobación por otros dirigentes históricos y de paso, impedir posibles acusaciones de infiltrados que pongan en riesgo la operación.
Él mismo se encargó de la compra de un avión utilizando fondos que procedían, según sus propias palabras “…de trabajos efectuados durante la ocupación alemana”. Para hacerlo sin despertar sospechas, recurre a un viejo anarquista francés, Georges Fontenis, a cuyo nombre se firman todos los papeles. El aparato, un Norecrin con matrícula FBEQB, puede transportar una carga útil de doscientos kilos llevando cuatro pasajeros a bordo y con la suficiente autonomía de vuelo para cumplir con su misión de bombardeo.
Cerrada se rodea de un reducido grupo de colaboradores. Contacta primero con el piloto, Primitivo Gómez Pérez, un veterano piloto de caza republicano, y después con la que será su “tripulación”, Antonio Ortiz, antiguo comandante de una división de la CNT durante la Guerra Civil y otro anarquista, José P. Ibáñez “el Valencià”. Entre todos preparan el avión para el atentado. Perforan la parte inferior del fuselaje instalando una rampa que servirá para lanzar las bombas sobre su objetivo.
Una vez modificado, lo dejan aparcado en una pequeña y apartada pista, vigilado constantemente por los hombres de su grupo. Mientras tanto, desde Toulouse llega el material explosivo, veinticinco bombas rasantes alemanas de cinco kilos cada una y otros cincuenta kilos de bombas incendiarias.
El sábado, 11 de septiembre, el contacto en España del grupo, identificado sólo por las iniciales L.R. confirma que Franco presidirá las regatas. Cerrada decide entonces seguir adelante con el plan y ordena al avión que se traslade al pequeño aeródromo de Dax, donde lo cargan con las bombas. Desde esta población, San Sebastián sólo está a una hora de vuelo.
La mañana del domingo 12 de septiembre de 1948 luce un sol espléndido en la capital donostiarra. L.R., apostado en el monte Urgull, telefonea a Cerrada cuando desde su posición privilegiada observa que Franco embarca en una motora de la Comandancia de Marina para presidir la regata.
A las 13 horas el avión, cargado de bombas, sobrevuela la bahía de la Concha. De pronto varios cazas del Ejército del Aire aparecen de la nada como si los estuvieran esperando. Un hidroavión se pega a su cola escoltado por otros cuatro aparatos. Desconcertados, Gómez Pérez gana altura lanzándose después en picado con la intención de esquivarlos con esa maniobra. Sin embargo, tras varios intentos, los aviones militares les cierran el paso. Al mismo tiempo observan como las torretas de los cañones antiaéreos de los barcos de escolta que protegen la motora de Franco giran apuntando hacia ellos. Después de varias pasadas, algunas a muy poca distancia de la vertical sobre la que el general contempla la regata, Gómez Pérez desiste y vuelve a la base sin lanzar las bombas. El fracaso de la operación inquietó durante años a Cerrada que siempre sospechó de alguna infiltración entre su supuestamente fiel y escogido grupo de colaboradores que hizo que los aviones del Ejército del Aire los estuvieran esperando. Esta más que probable causa, unida a la indecisión de los ejecutores finales del bombardeo, que en ningún caso estaban dispuestos a convertirse en suicidas, provocó que el plan meticulosamente preparado se frustrase en el último momento.
BIBLIOGRAFÍA
- “Los atentados contra Franco” de Eliseo Bayo – Editorial Plaza & Janes
- Documental “Los que quisieron matar a Franco” emitido por las 2 y realizado con la colaboración de TVE, Televisió de Catalunya y el Ministerio de Cultura, dirigido por Pedro Costa y José Ramón Cruz
- “Historia de un atentado aéreo contra el general Franco” de Téllez Sóla
- “Objetivo: matar a Franco” o “La Falange contra el Caudillo” de Armando Romero
- http://www.forocastellano.org/
- http://www.historiasiglo20.org/
AUTOR:
Andrés Garrido Galeote
2º Bachillerato B
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