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sábado, 14 de noviembre de 2009

FRANCISCO DE GOYA Y LUCIENTES

BIOGRAFÍA

El periodo en el que se desarrollo el neoclasicismo, así como el nacimiento del romanticismo, esta ocupado en España por la gran figura del aragonés Francisco de Goya y Lucientes.

Francisco de Goya nació el 30 de marzo de 1746 en Zaragoza. Su biografía, es un claro reflejo de época atormentada que le tocó vivir. Además, su obra refleja el convulso periodo histórico en que vive, particularmente la
Guerra de la Independencia, de la que la serie de estampas de Los desastres de la guerra componen una visión exenta de heroísmo donde las víctimas son siempre los individuos de cualquier clase y condición.


Durante esta época, Goya viaja a Italia, para estudiar y dibujar a los clásicos del Renacimiento y el Barroco, faro de la tradición pictórica europea.

Goya, participó en las ideas avanzadas de su tiempo. Compartió las ideas de los ilustrados españoles. Durante los primeros años del siglo XIX, evoluciono hacia pensamientos liberales. El arte goyesco, supone el comienzo de la Pintura Contemporánea. Desde muy pronto, en 1778, demostró interés por las técnicas de grabado, en las que destaca como uno de los mejores grabadores de todos los tiempos.

Desde su primera etapa artística, Goya destaca como pintor religioso. Simultáneamente, empezó a pintar retratos y obras religiosas que le dieron un gran prestigio, hasta el punto de que en 1785 ingresó en la Academia de San Fernando y en 1789 fue nombrado pintor de corte por Carlos IV.

Una grave enfermedad que le lleva en 1793 le lleva a acercarse a una pintura más creativa y original, que expresa temáticas menos amables que los modelos que había pintado para la decoración de los palacios reales. Una serie de cuadritos en hojalata, a los que él mismo denomina de capricho e invención, inician la fase madura de la obra del artista y la transición hacia la estética romántica.


La relación del artista con la sociedad se evidencia con trazos muy claros en el caso de Francisco de Goya. El pintor dotado de un vitalismo optimista cuando pintaba los cartones para tapices, en su primera época, desaparece con la sordera y de una manera más definitiva con la guerra para dar paso a un artista más amargamente crítico y cuya fantasía crea un mundo alucinante de brujas y monstruos. Si se tratase de obra anónima sin ningún género de duda se atribuiría a dos pintores diferentes.

A pesar de haber sido repuesto como pintor de cámara por el rey Fernando VII, Goya se aísla del trato mundano ya que deplora, como liberal convencido, los excesos del absolutismo. Es en esta época cuando Goya pinta sus pinturas negras.
En 1823 Goya decidió abandonar España como consecuencia de la represión absolutista y se instaló en Burdeos donde murió en 1828.





OBRA DE GOYA

Goya fue un pintor versátil que cultivó con maestría los distintos géneros de la pintura, el grabado y el dibujo. Realizó obras

mitológicas y alegóricas. Sin embargo, el grueso de su producción pictórica la dedicó al arte religioso, la vida cotidiana y, especialmente, al retrato.




LA PINTURA



1. Pintura mural y religiosa en Zaragoza

En estos años la actividad de Goya fue intensa.
Decora con un gran fresco que terminó en 1772,
La adoración del nombre de Dios, la bóveda del coreto de la Basílica del Pilar.



Inmediatamente, emprende la realización de las pinturas murales de la capilla del palacio de los condes de Sobradiel, que es un conjunto de pintura religiosa que fue arrancado en 1915 y dispersado en piezas que se conservan en su mayor parte en el

Museo de Zaragoza.



Pero el mayor empeño lo constituye el conjunto de
pinturas de la iglesia de la Cartuja del Aula Dei de Zaragoza, un monasterio situado a las afueras de la ciudad.



Esta formado por un friso de grandes pinturas al óleo sobre muro que relata la vida de la Virgen desde sus antecedentes familiares, hasta la Presentación de Jesús en el templo. El esfuerzo culminó en 1774 y es muestra de la capacidad de Goya para este tipo de pintura de carácter monumental, que fue resuelto con formas rotundas y pincelada enérgica.

A finales de 1774, Goya es llamado por Mengs a la corte para trabajar como pintor de cartones para tapices. El 3 de enero de 1775 emprende el viaje a Madrid, donde comenzó una etapa que le llevaría a un trabajado ascenso social como pintor real

2. Cartones para tapices



La confección de tapices para las dependencias de la realeza española había sido un empeño de los

Borbones que se ajustaba a la Ilustración.
Para llegar al tapiz había de elaborarse un modelo previo en cartón, que servía de base en el telar y que reproducía un lienzo de alguno de los pintores secundarios que elaboraban bocetos y luego cuadros para tal fin.
Entre estos figuraban
Antonio González Velázquez, bajo la dirección de Francisco Bayeu y Mariano Salvador Maella.


Goya comienza su labor para introducirse en los círculos aristocráticos, con la dificultad añadida de conjugar el
Rococó y el neoclasicismo de Mengs para alcanzar el estilo apropiado para unos cuadros destinados a la decoración de las estancias reales, donde predominaba el buen gusto y la observación de las costumbres españolas.


Lo pintoresco necesita que el espectador sienta que el ambiente, los tipos, los paisajes y escenas son contemporáneos, cotidianos, como los que puede contemplar él mismo; pero a la vez, la vista debe ser entretenida y despertar la curiosidad, pues de lo contrario carecería de interés y aburría a los que veían las obras.


La actividad de Goya para la Real Fábrica de Tapices se prolongó durante doce años, de 1775 a 1780.
En total realizó cuatro series de cartones distribuidos del siguiente modo:

Primera serie


Realizada en 1775, consta de nueve cuadros de tema cinegético realizados para la decoración del comedor de los Príncipes de Asturias, en El Escorial. A la serie pertenece La caza de la codorniz, Perros en traílla o Caza con mochuelo y red.

La caza de la codorniz




Segunda serie


Se pueden distinguir dos grupos de encargos cuyo tema es la representación de diversiones populares, generalmente de ocio campestre, como correspondía a la ubicación del Palacio. Es por ello por lo que se insiste en localizar las escenas en la ribera del Manzanares. Los ejecutados entre 1776 y 1778, destinados al comedor de los Príncipes en el

Palacio de El Pardo, y los realizados en 1778 y 1780 para el dormitorio de dicho palacio.
Destacan obras como:


La merienda a orillas del Manzanares




El quitasol




El cacharrero






Tercera serie


Tras un periodo (1780-1786) en el que Goya emprendió otros trabajos, cuales fueron su dedicación a ejercer de retratista de moda de la clase pudiente madrileña y la recepción del encargo de pintar un cuadro para San Francisco el Grande de Madrid y una de las cúpulas de El Pilar, retoma su trabajo como oficial de la fábrica de tapices en 1786 con una serie dedicada a la ornamentación del comedor del Palacio de El Pardo.


También destacan obras como La nevada (1786), Los pobres en la fuente y El albañil herido.

El albañil herido (1787)


Cuarta serie


Con destino al despacho del recién proclamado rey Carlos IV en El Escorial emprende la ejecución de otra serie de cartones entre 1788 y 1792 cuyos temas adquieren matices satíricos, aunque siguen dando cuenta de aspectos alegres de la sociedad española de su tiempo.
Destacan:
Los zancos
Los caprichos
La boda (1792)

Muchos tratadistas resumen los grandes hitos de la historia del grabado moderno en los nombres de Durero, Rembrandt y Goya, que fue un excepcional artista sobre metal y piedra. Su obra principal se recoge en cuatro series, que parecen responder a sendos momentos de crisis personal.
Marisa Cancela


3. Retratos


Goya fue muy apreciado en su tiempo como retratista. El retrato ocupa la mayor parte de su producción y fue su principal fuente de ingresos del pintor.

La satisfacción del cliente traía nuevos encargos o compras de otras obras, como fue el caso de los Duques de Osuna. Goya cautiva a su clientela por la profundidad psicológica de sus retratos, rápidos pero bien trabajados por el estudio del natural.

Su pincelada ha profundizado en la "estrategia de la ilusión" aprendida de Velázquez. Goya asumió cuanta innovación vio en las ricas colecciones reales, en sus viajes o en los gabinetes de sus amigos y lo puso al servicio de su arte. Su longevidad y su ansia de aprender permitieron el signo cambiante y proteico de su estilo.

Destacan:

La Familia Real (De Carlos III a Fernando VII)
El infante Luís de Borbón
Floridablanca y los grandes de España
Servidores del Estado

4. Autorretratos


El

primer autorretrato conocido de Goya es de su regreso de Italia. El semblante del pintor, un rostro regordete y con una larga y suelta melena morena, destaca en un retrato de busto, sobre fondo neutro. Ya en esta obra, parece alcanzar el artista la facultad de trasmitirnos su retrato psicológico de joven rebelde, bohemio (como revelan las largas colas del cabello) y ambicioso.

Como Velázquez (en Las Meninas), cuya pintura estudió, admiró y copió al aguafuerte, Goya incluye su figura de pintor en el retrato de la
Familia del infante Luis de Borbón, hermano Carlos III y uno de sus primeros grandes valedores en la Corte.
Un año antes Goya se había «introducido» en el retrato del
Conde de Floridablanca (Banco de España, Madrid): el artista, de espaldas al espectador, presenta a la aprobación del ministro un cuadro.


En el Museo de Agen (Francia) hay otro
autorretrato de medio cuerpo posando ante el lienzo, de igual año, cuando Goya tenía treinta y siete. En el Museum of Fine Arts de Boston hay un dibujo que muestra sólo el busto del pintor, tocado con peluca.

LOS DIBUJOS


Los dibujos en la obra de Goya son paso previo para la realización de un proyecto. Se trata de apuntes, estudios o bocetos preparatorios de la obra definitiva, pictórica o gráfica.
Un cuaderno de artista -el

Cuaderno italiano- ilustra claramente esta forma de trabajar de Goya. A lo largo de su vida ordenó y numeró sus diseños o dibujos por grupos.

La década de los noventa (1793–1799)

Es en esta etapa, y sobre todo tras su enfermedad de 1793, cuando Goya hace lo posible para crear obras ajenas a las obligaciones adquiridas por sus cargos en la corte.
Cada vez más pintará obras de pequeño formato en total libertad y se alejará en lo posible de sus compromisos, aduciendo para ello dificultades debidas a su delicada salud. No volverá a pintar cartones para tapices, y dimitirá de sus obligaciones académicas como maestro de pintura en la Real de Bellas Artes en 1797.


A fines de 1792 Goya se encuentra en Cádiz hospedado por el industrial
Sebastián Martínez (de quien hace un excelente retrato), para recuperarse de una enfermedad, posiblemente saturnismo, una progresiva intoxicación de plomo que era habitual en pintores.


En enero de 1793 Goya se encuentra encamado y su estado es grave; en marzo comienza la mejoría, pero le dejó como secuela una sordera de la que ya no se recuperará.
No tenemos más noticias suyas hasta 1794, año en que el pintor envía a la Academia de San Fernando una serie de cuadros «de gabinete».


Para ocupar la imaginación mortificada en la consideración de mis males, y para resarcir en parte los grandes dispendios que me han ocasionado, me dediqué a pintar un juego de cuadros de gabinete, en que he logrado hacer observaciones a que regularmente no dan lugar las obras encargadas, y en que el capricho y la invención no tienen ensanches.


Carta de Goya a Bernardo de Iriarte (vice-protector de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando), 4 de enero de 1794. Apud Bozal (2005), vol. 1, pág. 112.


Los cuadros a que se refiere son:


Corral de locos





El naufragio





El incendio





Sus temas son ya truculentos y la técnica pictórica es abocetada y plena de contrastes lumínicos y dinamismo. Estas obras pueden considerarse el inicio de la pintura romántica.


DOCUMENTACIÓN:

- Enciclopedia del Estudiante. Santillana, Edicion 2005

- http://www.artehistoria.jcyl.es/genios/pintores/2085.htm

- http://www.epdlp.com/pintor.php?id=260

- http://goya.unizar.es/infoGoya/Obra/Obra.html

- http://images.google.es/images?gbv=2&hl=es&sa=1&q=retratos+de+goya&aq=f&oq=retratos+de+goy&start=0




TRABAJO REALIZADO POR:

Mara Luque De Ingunza

Pilar Morgado Muñoz

miércoles, 11 de noviembre de 2009

LAS PINTURAS NEGRAS

LAS PINTURAS NEGRAS

“Goya siempre es un gran pintor, a menudo espantoso…
sol y sombra rielan sobre pavores”
Charles Baudelaire

Se conoce como Pinturas negras a un conjunto de entre catorce obras que Francisco de Goya y Lucientes realizó entre 1819 y 1823 en los muros de la Quinta del Sordo, una casa de campo madrileña que el artista compró en 1819 por encontrarse alejada del centro de la urbe y a orillas del Manzanares. Goya contaba en 1819 con una edad bastante avanzada y se sabe que su salud se encontraba resentida. No era ya el primer pintor del rey, cargo en el que fue sustituido por Vicente López.

Allí se marchó a vivir Francisco de Goya con Leocadia Weiss a salvo de rumores pues ella estaba casada con Isidoro Weiss. Era la mujer con la que Goya mantenía una relación y posiblemente una hija pequeña, Rosario, de los dos niños que tenían a su cargo. Allí permaneció hasta su huida a Burdeos, donde encontraría la muerte.

Goya intentaba alejarse de la vida pública capitalina para evitar los juicios morales y para huir de los violentos altercados entre absolutistas, partidarios de Fernando VII, y liberales, que hacían poco apacibles las calles de la capital en aquellos años.


Desde este retiro campestre observó la realidad española con la perspectiva suficiente como para poder reflexionar sobre ella, reflejando en los muros de la Quinta del Sordo su crítica hacia los hábitos e instituciones de la tradición rancia y oscurantista que, desde su punto de vista, sobrevivían enquistados en España.

Goya muy inclinado hacia el liberalismo, había mantenido una estrecha relación con José I Bonaparte y los afrancesados, lo que desde 1815 le había pasado factura, tanto en forma de falta de encargos que no fueran cuadros patrióticos, como por la persecución a la que le había sometido el moribundo (pero aún peligroso) Tribunal de la Inquisición, contra el que el artista había lanzado furibundas críticas en los “Caprichos”, una colección de grabados en la que se hacía escarnio mordaz de la nobleza y el clero.

Sin embargo, en muchos aspectos su Pinturas Negras adquirieron una dimensión que trascendía lo ibérico, representando un momento cumbre de la pintura romántica y anticipándose a gran parte de los obsesiones de la Modernidad.

En ellas, Goya, libre de los condicionamientos de cualquier mecenazgo, podía expresar su subjetividad o sus opiniones y dar rienda suelta a una feroz crítica social desde su óptica ilustrada y racionalista, consciente del fracaso en el que parecían sumirse en aquellos momentos los idearios liberales y reformistas frete al tradicionalismo del régimen fernandino. El punto culminante de esta etapa final de su carrera, en la que se muestra desengañado y furioso, pero también mordaz e irónico. Se convierte así en el representante de la tradición romántica de lo sublime.

El conjunto de la Quinta del Sordo fue pintado al óleo directamente sobre el yeso de los muros, aprovechando los espacios vacíos entre las ventanas y las puertas de la estancia principal de la casa. La serie de pinturas negras a cuyos óleos Goya no puso título, fue catalogada en 1828 por su amigo Antonio Brugada.

Conocemos la ubicación de cada una de estas piezas por testimonios y por la documentación fotográfica que se realizó en 1873 para el Museo del Prado en previsión del derribo del edificio. Al año siguiente las obras fueron arrancadas de su contexto original y traspasadas a lienzo por el restaurador del Museo del Prado, Salvador Martínez Cubells, por orden del barón Fréderic Émile d’Erlanger, propietario de la Quinta del Sordo por aquel entonces, que pretendió venderlas, fracasando en el intento, por lo que finalmente las donó al Museo del Prado en 1876.

Las pinturas se realizaron en series temáticas que se ubicaron en espacios contiguos, ordenadas conscientemente por el autor para reforzar su mensaje. La mayor parte de ellas fueron pintadas sobre pinturas preexistentes, por lo general paisajes y escenas alegres, que posiblemente fueran obra del propia Goya.

Los motivos de esta reutilización de partes de obras precedentes, manifiesta bien a las claras la mudanza que su estado de ánimo había experimentado desde su primeras obras, por ejemplo estos cartones para tapices, iconos de un ambiente luminoso, bucólico y festivo, escenario de la cara alegre de las costumbres españolas.

Las Pinturas Negras son la etapa final de un proceso artístico con el que Goya se enfrentó a la naturaleza humana y a la irracionalidad del mundo. La propia técnica empelada manifiesta su conflicto interior, apreciable en el predominio de los pigmentos oscuros en una paleta voluntariamente reducida, en las sombras y en las pinceladas violentas y nerviosas que reducen sus personajes y paisajes a imágenes minimalistas, por medio de las cuales construye escenas sórdidas, truculentas y terroríficas, claramente enraizadas en la tradición de lo sublime y antecesoras de gran parte de las pesadillas que atenazarían en adelante a la humanidad contemporánea.

Estamos ante unas obras de gran expresividad que sugieren sensaciones desgarradoramente intensas. La capacidad sugestiva de las Pinturas Negras se acentúa al extremo, porque muchos de los personajes en ellas representados lanzan desorbitadas miradas con las que parecen estar estableciendo un diálogo con quien los observa.

En la planta baja de la Quinta del Sordo, Goya pintó una serie de obras enfrentadas dos a dos que comparten un trasfondo en el que la oscuridad, la muerte y lo demoniaco se hacen patentes. Parejas espeluznantes, como “La romería de San Isidro” o “El aquelarre”, unifican la religiosidad popular y el mundo mágico como manifestaciones de lo irracional, que se personifica a través de seres que han perdido su individualidad y se han convertido en masa informe y palpitante. En cierto modo en ellas retoma también la figura de las brujas, tratadas ya en composiciones más tempranas, como símbolo de la fealdad monstruosa con la que denuncia la degradación moral.

Goya no dudó en intentar escandalizar a los espectadores, para que nadie que se parase delante de sus Pinturas Negras las observara con indiferencia.

En la planta superior existía una mayor variedad temática: desde temas moralizantes hasta su típica preocupación por la incultura, la sinrazón o el dolor. Aquí predominan los cuadros luminosos, enmarcados en paisajes que adquieren cierto tinte mágico.

Ataca también en las Pinturas Negras las costumbres supersticiosas y la ignorancia de los españoles, ejemplificadas en las procesiones y reuniones del pueblo llano, convertidas en auténticos desfiles y contubernios de monstruos, como la “Peregrinación a la fuente de San Isidro” (El Santo Oficio) en el que de paso carga contra la Inquisición. Otra de las severas condenas hacia las relaciones humanas que hace Goya en este conjunto se dirige contra la violencia sin sentido, contra el natural agresivo el ser humano en general y de los españoles en particular y sus contiendas fratricidas, simbolizadas en el “Duelo a garrotazos”.

Y es que esta colección defiende una moralidad que habría de fundamentarse en el dominio de la razón y la búsqueda del progreso, un camino del que el pueblo español se alejaba cada vez más.

Goya abandonó Madrid en 1824 huyendo del absolutismo fernandino, que había sido restituido en España tras la intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis, fuerza militar que el rey de Francia había mandado para sofocar el auge del liberalismo español. A la Quinta del Sordo volvió en 1826, pero pasó la mayor parte de sus últimos años en Burdeos, donde murió en 1828 en brazos de su amigo, Antonio Brugada.

Más allá de ser el reflejo de una época, la mirada trágica de la España de principios del siglo XIX, las Pinturas Negras son un hito en la historia del arte occidental. Profundo admirador de Tiziano, Rubens, Velázquez, Murillo y Mengs, educado en los gustos y cánones del Neoclásico, el exquisito Rococó francés, el Barroco clasicista italiano y otras tendencias del XVIII, y bebiendo también de los primeros latidos del Romanticismo, Goya rompió con las corrientes pictóricas de su tiempo hasta el punto de ir más allá que cualquiera de sus contemporáneos; creó su propio estilo y sirvió de inspiración a las generaciones venideras. Los pintores impresionistas y después los surrealistas se confiesan continuadores de la obra de Goya, concretamente de la forma de expresión pictórica consumada en las Pinturas Negras, pues esos óleos sombríos y pesimistas hacían gala de una fuerza expresiva admirable. Y es que aquel Goya anciano y enfermo, cuando supuestamente estaba viviendo el momento menos optimista de su vida, tuvo la fuerza de crear algo diferente a lo dictado por todos los preceptos del arte de su tiempo y puso una de las primeras piedras sobre las que hoy se levanta el edificio del arte contemporáneo.

Os quiero presentar ahora la situación de las Pinturas Negras dentro de la Quinta del Sordo, no sin antes comentaros que el nombre de esta finca, aunque se suele atribuir equivocadamente a la sordera del pintor, realmente proviene del apodo de uno de sus antiguos propietarios.


Y no podría finalizar este trabajo, sin incluir los cuadros que conforma esta colección, a los que añado un pequeño comentario de cada uno.

“La Romería de San Isidro”
En los cartones para tapices, Goya hacía alusión constante a las fiestas populares que celebraban en Madrid para festejar a San Isidro. Este cuadro es la antítesis oscura del luminoso cartón “La Pradera de San Isidro”. Los alegres romeros dejan paso a un desfile de figuras casi cadavéricas que entonan horribles cantos mirando a los espectadores. Pertenecen a todos los escalones de la sociedad, apareciendo desde personas vestidas como mendigos, hasta burgueses.

“Peregrinación a la Fuente de San Isidro” o “El Santo Oficio”
Nos muestra una procesión que es dirigida por un representante del Santo Oficio, seguido por beatas y viejas que acuden a la fuente de San Isidro a intentar curar sus achaques.














“Duelo a Garrotazos” o “La Riña”
Dos hombres se encuentran enzarzados en una lucha a muerte. La escena se congela en el momento exacto en el que ambos, garrote en mano, están a punto de descargar un golpe brutal contra su adversario; ninguno puede huir, pues tienen las piernas enterradas en el suelo. Aunque el paisaje que les rodea es el más luminoso de todo el conjunto, también es la obra que mejor exhibe el sentir tráfico de Goya, y mientras los dos hombres combaten dramáticamente, el ganado pasta tranquilamente al fondo, contrate que sirve para acentuar la irracionalidad y la violencia de la imagen. Esta pintura puede interpretarse como una alusión a las luchas fraticidas en las que España se vio inmersa desde principios del siglo XIX.












“El Aquelarre”
En él aparecen varias docenas de brujas reunidas alrededor del diablo, que se muestra ante ellas en forma de macho cabrío y a quien escuchan atentas. Aisladas a la derecha de la composición hay una joven que va a ser iniciada. Entremezclados con las brujas hay frailes, critica evidente del oscurantismo clerical. Goya no pretendía aquí criticar la brujería tanto como utilizarla como metáfora de la superstición tan común entre el pueblo. Aunque con un tratamiento mucho menos oscuro y grotesco, este tema ya había sido desarrollado por el autor en el que Satanás predicaba entre unas brujas. Es importante tener en cuenta que, de todas las Pinturas Negras, ésta es la única en la que no hay rastro de modificaciones y repintados.



“Dos viejos comiendo sopa”
Nos muestra una alucinante deformación de la figura humana para expresar la esencia de la vejez, la pobreza, la soledad y la decrepitud. La escena representa a dos ancianos de los que su sexo no está claro, con aspecto, sobre todo el de la derecha, de calavera, simbolizando lo poco que le queda de vida, reflejando tal vez la visión que el pintor tenía de la vejez que ya lo acompañaba y el deterioro que ésta conlleva. Esta obra puede considerarse como precedente del expresionismo del siglo XX.

Esta es la obra que más me ha impactado. Es escalofriante ¿verdad?

“Saturno devorando a sus hijos”
Es una de las escenas más desgarradoras de la serie, ya que presenta el instante en que el dios está comiéndose el cuerpo de uno de sus hijos, simbolizando con ello, el horror, la destrucción y como el paso del tiempo termina con todo, lo cual constituye una de las obsesiones del pintor. También se ha llegado a interpretar como al rey absolutista Fernando VII, terminando con su pueblo. De la obra llama la atención el rostro de Saturno, deforme, con expresión de ferocidad y voracidad.


“Perro Semihundido” o “El Perro”
Se han propuesto variadas interpretaciones, desde la insignificancia del ser vivo ante el espacio que le rodea, hasta que estemos ante una obra inacabada. Sin embargo, lo que sí queda claro es que la obra supone una ruptura de las convenciones de representación pictórica convencionales, donde ha desaparecido desde la ilusión de perspectiva hasta el paisaje mismo. Esta obra es simple espacio de color, con el elemento mínimo de una cabeza de poco tamaño, definida con vigorosos trazos en negros, blancos y grises en relación con los planos ocres, de textura orgánica, de un cuadro que insiste en su verticalidad, mediante la dirección de la mirada del can y el amplio plano vacío sobre el perro.







“Átropos” o “Las Parcas”

En esta obra trata el tema mitológico de las diosas del destino las Parcas, encabezadas por Átropos, diosa de lo inexorable, que porta unas tijeras para cortar el hilo; Cloto, con su rueca (que Goya sustituye por un muñeco o recién nacido, probable alegoría de la vida) y Láquesis, la hiladora, que en esta representación mira a través de una lente o en un espejo y simboliza el tiempo, pues era la que medía la longitud de la hebra. A las tres figuras femeninas suspendidas en el aire se añade una cuarta de frente y con las manos a la espalda —quizá maniatado— que podría ser un hombre. Si es cierta esta interpretación, las Parcas estarían decidiendo el destino del hombre cuyas manos atadas no puede oponerse a su hado.



“Dos viejos” o “Un viejo y un fraile”
En el cuadro aparecen dos ancianos personajes vestidos con hábito de fraile. El situado en primer término tiene una gran barba cana, es alto y se apoya en un bastón. Desde el punto de vista iconográfico se relaciona con el dios Tiempo y podría simbolizar la vejez. El que está a su espalda está fuertemente caricaturizado. Su rostro es de aspecto cadavérico o animal y parece gritarle al oído a su compañero, lo que podría ser una alusión a la sordera de Goya.



“Hombres leyendo”
Seis hombres se apiñan en torno a la lectura de un papel que sostiene uno de ellos de rostro largamente barbado. Entre ellos tres destacan en un plano más cercano y del resto solo vemos sus cabezas entre el grupo, algunas de ellas muy vagamente, alejadas en segundo término y hacia los márgenes de la izquierda del cuadro. La crítica ha relacionado esta reunión masculina con las tertulias políticas clandestinas del Trienio Liberal, periodo en que se ejecutaron las pinturas negras.


“Dos mujeres y un hombre” o “Mujeres riendo”

Se interpreta que el que parece un hombre está masturbándose y podría incluso suponerse que es un loco o retrasado mental, al que contemplan curiosas y burlescas las mujeres. No se define tampoco ni la condición social de los personajes ni el marco que les rodea. Pudieran ser prostitutas (pues Goya las suele pintar por parejas), pero lo único que se puede decir es que visten ropas propias de las capas sociales más humildes.


“Judith y Holofernes”

El cuadro recrea de modo personalísimo el conocido tema de Judit de Betulia que, para salvar a su pueblo del ataque del rey Holofernes, lo seduce y decapita. De este modo la obra pudiera aludir a Goya y Leocadia Zorrilla o Leocadia Weiss su amante. O quizá, de modo más general, al poder de la mujer sobre el hombre. La iluminación es muy teatral, y focalizada; parece reflejar una escena nocturna iluminada por un hachón o tea, que ilumina el rostro y brazo ejecutor de Judith y deja en penumbra el rostro de una vieja criada que está representada en actitud de ruego u oración.


“Una manola: doña Leocadia Zorrilla”
Una mujer madura o «manola» vestida de luto apoya su codo en un montículo de tierra sobre el que se ve una verja que habitualmente se colocaba en las tumbas. Ella es su amante, Leocadia Weiss o Leocadia Zorrilla. La expresión del rostro es triste o nostálgica y se piensa que la tumba podría aludir al reposo definitivo de Goya, con Leocadia viuda del pintor, como premonición de la muerte.















“Visión fantástica” o “Asmodea”

En el cuadro aparecen a la izquierda dos enigmáticos personajes en vuelo, uno de los cuales ha sido relacionado habitualmente con el demonio Asmodeo del Libro de Tobías. El de vestido oscuro señala una gran roca situada a la derecha de la escena sobre cuya meseta aparece un gran edificio circular (interpretado como un templo o una plaza de toros) y varios edificios más entre los que se destacan algunas torres. En la parte inferior se ve un oscuro paisaje en el que se desarrolla una escena bélica. Abajo, y en la esquina derecha dos soldados en primer término, vestidos con uniforme francés apuntan a un grupo de jinetes situados más al fondo.

Espero que os haya interesado el tema y me quedo con las palabras de Ramón Gómez de la Serna que resumió el tenebroso mundo pictórico de Goya, al decir:

“Todos esos conjuntos carboneros, pintarrajeados con nocturnidad, apedreados de gritos y cuajados de incrustaciones, que llenan las paredes de su casa, son engendros de quien comprende la vida y su revés misterioso. Buscaba una reacción, quejas sin sentido contra las pusilanimidades del mundo…”




Bibliografía:
Enciclopedia Historia Universal del Arte - Planeta
Autor:
Andrés Garrido Galeote