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domingo, 9 de mayo de 2010

Maria Zambrano

Hija del pensador y pedagogo Blas José Zambrano, María Zambrano nació en Vélez (Málaga) el 22 de abril de 1904.

"Filosófico es el preguntar, y poético el hallazgo"


Tras una breve estancia en Madrid la familia se traslada a Segovia donde coinciden con Antonio Machado. María cursa Bachiller, época en la que tiene lugar el gran amor de su vida: su primo Miguel Pizarro, quien le transmite la pasión por la literatura, hasta que el padre calificase la relación de incestuosa, lo que le llevaría a Pizarro a abandonar España. En 1921 comienza a estudiar Filosofía en Madrid y asiste a las clases de Ortega y Gasset, García Morente y Zubiri en la Universidad Complutense de Madrid, donde completa la carrera, asumiendo el papel de mediadora entre Ortega y algunos alumnos, conseguiendo el puesto en 1931 de profesora auxiliar de la Cátedra de Metafísica en la Universidad Central hasta que realiza su tesis doctoral «La salvación del individuo en Spinoza» y publica Por qué se escribe, su primer ensayo en la Revista Occidente. Más tarde colaboraría con otras revistas como Los Cuatros Vientos y Cruz y Raya. Durante 1928 le diagnostican tuberculosis.

Sus inquietudes políticas, defensora de la República, prosperan en esta época universitaria, revelándose como articulista para defender sus ideales. A través de algunas iniciativas culturales establece relación con varios autores e intelectuales de la época como Luis Cernuda y Miguel Hernández. El 14 de septiembre de 1936 se casa con el historiador Alfonso Rodríguez Adavez, quien había sido nombrado como Secretario de la Embajada de España en Chile, haciendo escala en La Habana, la pensadora pronuncia una conferencia sobre Ortega y Gasset y conoce al escritor José Lezama Lima. Fue en 1937 cuando la pareja decide regresar a España en defensa de la República tras la pérdida de la guerra, siendo nombrada Consejera de Propaganda y Consejera Nacional de la Infancia Evacuada.

Zambrano reside en Valencia y Barcelona hasta que Alfonso se incorpora al ejercito a favor de la República y llega la hora de su exilio, el 28 de enero de 1939 se ve obligada a cruzar la frontera francesa en compañía de su madre, su hermana Araceli y el marido de ésta. Reside en París, La Habana, México hasta que se instala en Roma, relacionándose con algunos intelectuales como Elémira Zoya, Rafael Alberti y Jorge Guillén. Se instala en una vieja casa de campo de La Piéce, a causa de las denuncias recibidas de un vecino por el gran numero de gatos que alojaba en su casa, junto a un bosque del Jura francés cerca de la frontera Suiza, lugar que entronca con la concepción de su libro “Claros del bosque”.

El exiliado, ese ser devorado por la historia... una historia cruenta. Ese desconocido. Ese ser que no tiene lugar en el mundo, ni geográfico, ni político, ni social, ni ontológico. Creo que el exilio es una dimensión de la vida humana, pero al decirlo me quemo los labios porque yo querría que no volviese a haber nunca más exiliados.

[...]

Fui alguien que se quedó para siempre fuera y en vilo. Alguien que se quedó en un lugar donde nadie le pide ni le llama. Ser exiliado es ser devorado por la historia. Y su lugar es el desierto. Para no perderse, enajenarse, en el desierto hay que encerrar dentro de sí el desierto. Hay que adentrar, interiorizar el desierto en el alma, en la mente, en los sentidos mismo, aguzando el oído en detrimento de la vista para evitar los espejismos y escuchar las voces.

Y, sin embargo, hubo un instante de lucidez dado en una suerte de impasibilidad del absoluto, de la irreversibilidad del paso de la frontera. Ya nunca más se repararía, o se repararía sin recuperar nunca la situación que se perdía en ese momento: ya no habría más eso que por adversión a la retórica se había dicho tan poco, eso, una patria.

...sentir la vida, no sólo con el pensamiento, sino con la respiración, con el cuerpo...


(M. Zambrano, Los bienaventurados)


Con el artículo de José Luis López Aranguren «Los sueños de María Zambrano» (Revista de Occidente, feb. de 1966) se inicia un lento reconocimiento de su obra en España, siendo nombrada Hija Adoptiva del Principado de Asturias, lo que constituyó su primer reconocimiento oficial, y con el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, a su vez el ayuntamiento de Vélez-Málaga la nombra Hija Predilecta. Al año siguiente, la Junta de Gobierno de la Universidad de Málaga acuerda su nombramiento como Doctora honoris causa. El 20 de noviembre de 1984 María Zambrano pisa de nuevo suelo español y se instala en Madrid tras la restauración de la democracia.

En 1989 se le concede el Premio Cervantes y fallece el 6 de febrero de 1991 en Madrid, siendo enterrada en su ciudad natal.






Además de sus maestros (Ortega y Gasset, García Morente y Zubiri), en la filosofía de María Zambrano es notoria la huella ejercida por la fenomenología de Hurssel y el existencialismo de Heidegger, mientras que sus preferencias filosóficas fueron los clásicos griegos, Plotino y Spinoza, cuyo pensamiento a la vez ético y metafísico se hallaba más acorde con su propia forma de sentir. Y, por último, a una serie de autores procedentes del psicoanálisis (K. Jung), la mística (Juan de la Cruz y Miguel Molinos) y la antropología de la religión (M. Eliade, L. Massingnon y H. Corbin).

El pensamiento de la filósofa se articula en torno a dos cuestiones: y la creación de la persona y la razón poética. Según Zambrano, el principal problema del hombre en su propio ser. A su vez, la razón poética constituye el método que permitira la creación de la persona.



Bibliografía:
-Wikipedia
-Biografía de María Zambrano
-Cronología
-Sobre la filosofía de María Zambrano


Cristina Monedero
Guillermina Malo de Molina

domingo, 25 de abril de 2010

Dào Dé Jing



Lao Tse
(“Viejo Maestro”) fue el creador del Dào Dé Jing o Tao te Ching, uno de los tesoros de la cultura universal y obra esencial del taoísmo, cuya influencia ha impregnado todos los aspectos de la cultura china y, por extensión, de todo el Extremo Oriente: arte, religión, filosofía, política, comportamientos sociales…




Las teorías sobre el origen del pensador permanecen envueltas en la leyenda, cuya existencia histórica aún permanece en controversia. Según la tradición, su nacimiento fue milagroso: después de ochenta y dos años de llevarlo en su seno, su madre, que era virgen, lo dio a luz bajo la axila izquierda, una vez que casualmente un rayo de sol se introdujo en su boca cuando descansaba a la sombra de un cerezo. Lao Tse nació lleno de arrugas y con el pelo blanco, en posesión de toda su sabiduría desde el principio: se puso a meditar en silencio. Según el testimonio que recoge el historiador Sima Qian (145-86 a. C.), fue conocido como Lao Dan, natural de la provincia de Hu, del sureño reino de Chu, un historiógrafo encargado de la corte de la realeza Zhou (1122?-249 a. C.) y contemporáneo a Confucio. La biografía que esboza Sima Qiam cuenta que, desencantado de la vida que le ofrecía la decadente corte de los Zhou, partió hacia occidente a lomos de un búfalo negro, y antes de desparecer, le entregó sus enseñanzas escritas con unos cinco mil carácteres chinos al guardián del paso fronterizo divididas en dos partes: la primera, dedicada al curso (dao), y otra dedicada a la virtud (de).

Desde el inicio de la decadencia de los Zhou, las diversas corrientes filosóficas trataban de encontrar soluciones a los problemas de su tiempo que, pese a su complejidad, se reducían a uno solo: el curso humano, el curso natural y el curso del cielo, es decir, el dao. De modo que, los pensadores de esos tiempos buscaban reajustar el curso para que volviese a reinar la virtud. En este contexto, Lao zi explicaría a través del Tao te King cómo el gobierno debe identificarse con el curso para que el mundo vuelva, espontáneamente, al orden. Al tratarse de lo absoluto, el pensador reflejaría en su obra lo inútil de plantearse en términos relativos (malo, bueno, etc.) un reajuste.

El taoísmo de Lao Tse representa el aspecto místico, esotérico, de la tradición china, frente al confucianismo, su aspecto más exterior, ritualista y convencional. La síntesis de estas dos perspectivas ha configurado el equilibrio de parte de la cultural occidental. Una de las célebres anécdotas de la vida de Lao Tse se refiere a cuando Confuncio fue al encuentro del filósofo con el fin de conocer su opinión respecto a los ritos. La respuesta del viejo sabio fue en el sentido de exhortarlo a la profundización interior y a la búsqueda de la sintonía con el espíritu universal, con la esencial naturaleza de las cosas, del Tao.

Desde que empezó a conocerse en Occidente, la fascinación que ejerce es inagotable, de todos los textos orientales ha sido el objeto de más traducciones y, de todos los grandes libros de sabiduría es el más breve y no obstante está completo; se puede decir incluso que, a lo largo de sus ochenta y un párrafos no progresa, no añade nada, no hace sino variar alrededor de la misma idea, aunque no sea propiamente una idea, no se dirige ni a la fe ni a la razón: desconoce esta tradicional diferenciación nuestra. Este libro nos remite a lo que llamamos convencionalmente lo natural. Si bien nos fascina es porque sirve de fondo a nuestra experiencia y no responde a los prejuicios de nuestra mente, cierra por completo cualquier vía ontológica y nos abre otras fuentes de inteligibilidad.

Tao significa “el camino del hombre” pero también es un concepto que abarca el cosmos y el mundo de los hombres. El Tao Te King propone una filosofía que intenta mostrar el camino de la virtud, la armonía y la felicidad para el ser humano. El Libro del curso y de la virtud, lejos de oponerse al devenir, como empieza haciéndolo la ontología, concibe su constancia como la de la transformación, puesto que por la transformación lo real acontece sin cesar, el curso se realiza. Pero, en realidad, el curso al que nos remite no es un curso que lleva a, sino el curso por donde lo real no deja de pasar, ni la vida de renovarse. Por lo que podemos decir que Lao zi no nos enseña nada, no nos revela nada, tan sólo nos hace descubrir como las cosas acontecen por sí mismas, de forma natural. Ese fondo de lo real alrededor del cual el texto no deja de dar vueltas, al que constantemente nos remiten sus fórmulas, no se alcanza bajo ninguna figura de trascendencia, ni Ser ni Dios.

Occidente ha tomado la costumbre de colocar éste texto del lado de la mística, hablar del curso de Lao zi no ya como principio del Ser, sino de la vía de la salvación. Pero el pensador se mantiene a una distancia prudente de cualquier idea de Dios, nos habla de algo que diríase perpetuo y aparece anterior al emperador del cielo, a Dios.

Su enseñanza es simple: conviene dejar que las cosas vengan por sí mismas, dejar que opere la inmanecia. El tema que parece caracterizar al libro es el principio de la no acción (wu wei), el cual puede llegar a malinterpretarse por lo que la fórmula debe leerse en su versión completa: no hacer nada, pero que nada quede sin hacerse. No alienta el desinterés por el mundo, nos habla de que más vale que las cosas vengan naturalmente, por sí mismas. Por lo tanto, el sabio es el que no fuerza las acciones con lo arbitrario de nuestras voluntades, para dejar a la inmanencia la capacidad de obrar. Como el agua, adaptarse al curso del mundo.
Este no intervencionismo también es válido para el plano social, así como en la política: evitar la enunciación de reglas y prohibiciones, pues son fuente de desorden, contravienen a la regulación natural. De manera proporcional, cuantas más leyes existen, más contraventores hay a la ley.
Una vez más, hay que retirar lo que constituye un obstáculo y limitarse a dejar que las cosas sucedan.


El Tao que puede nombrarse no es el Tao eterno.
El nombre que puede nombrarse no es el nombre
inmutable.
La no existencia es el principio del cielo y de la tierra.
La existencia es la madre de todos los seres.
Por eso,
en la nada permanente se vislumbrar
á el misterioso principio del Universo,
en el ser permanente se vislumbrar
á su límite.
Ambos brotan de lo mismo, aunque tienen distinto nombre.
Juntos significan oscuridad.
Oscuridad y oscuridad, puerta de todos los misterios.


El pensador, para resaltar el mensaje, permanece en el umbral del habla, procurando no enunciar demasiado. Por eso, sus formulaciones resultan paradójicas y, por el enigma que abren, favorecen el pensamiento. Wang Bi (226-249), considerado el mejor comentador de Lao Tse, explicaba que, puesto que al no argumentar el texto no progresa, no podemos detenernos en cada una de las formulaciones que nos ofrece con la esperanza de esclarecer aquello a lo que llamamos lo natural antes de pasar a la siguiente. La lectura del Tao te King ha de ser global, ya que todas las fórmulas se aclaran unas a otras de forma recíproca, son caminos que corvengen constantemente. El dao es insípido, sólo repitiendo los enunciados de la obra constantemente podemos llegar a discernirlo.
El libro ha motivado el interés de muchos traductores, proveniente de Extremo Oriente es el mas difícil de reproducir, de hecho, algunas traducciones difieren mucho entre sí debido a que el texto renuncia a las explicaciones, prestándose a la aventura de la interpretación.





Obra en la que todo individuo puede encontrar una idea o una palabra que estimule su intuición sobre las realidades esenciales del hombre y del mundo, sin crispación ni prisa. En la palabra de Lao Tse, tan cercana y tan lejana a la vez.


Fuentes de información principales:

-Lao Tse - Wikipedia
-Tao Te Ching - Wikipedia
-Taoísmo - Wikipedia
-Tao Te King; Los pequeños libros de la sabiduría. Traducción del inglés de Esteve Serra


Cristina Monedero
Guillermina Malo de Molina

sábado, 24 de abril de 2010

CONFUCIO


Confucio (traducido por Maestro Kong) fue un pensador de procedencia china que creó el llamado confucionismo, lo que le valió para convertirse en una de las personas que más ha influido en la historia de este gran paí¬s, China. Le debemos a las denominadas Analectas, que registran las conversaciones con sus alumnos, el que podamos conocer hoy en dí¬a sus enseñanzas. Por otro lado, las teorías de Confucio han entrado en Europa gracias al monje jesuita Mateo Ricci.

Biografía:

Este gran filósofo nació el 28 de septiembre del año 551 a.C. en Qufu (en el antiquísimo país de Lu), dentro de una familia de antiguos terratenientes de procedencia noble. Pero su vida estuvo muy marcada por la muerte de su padre cuando tan sólo tenía tres años, ya que dejó a toda su familia en medio de una gran pobreza. Pero a pesar de esta tragedia, este gran pensador recibió una excelente formación.

Cuando era aún joven, Confucio ocupó un cargo en la administración de Lu, concretamente en los graneros estatales, llegando a ser Ministro de Justicia. Pero unos años más tarde decidió dimitir debido a razones morales y políticas, ya que no apoyaba la manera del príncipe de dirigir el país.


De esta época Confucio recibió dos grandes influencias que serán determinantes en su filosofía. Una de ellas fue la del primer ministro de Cheng, Zi Zhaan, que introdujo el primer código jurídico en China. La segunda fue el gran escepticismo que dominaba en su época en cuanto a la religión.

Esto le valió, finalmente, para comenzar a crear su filosofía y difundirla por todo el país viajando por todos los lugares de China. Así, poco a poco, su fama fue creciendo, siendo conocido en todos los lugares como un hombre muy sabio y con un carácter fuerte respaldado por las ideas y costumbres tradicionales. Pronto su nombre se hizo muy popular en todo el estado de Lu y en toda China.

Esta filosofía finalmente fue tomada por la dinastía Han para la organización del orden social y, a partir de ahí, numerosos emperadores se basaron en sus ideas para tal organización. Posteriormente, la filosofía de Confucio supuso un elemento fundamental para la filosofía china en general y para su historia.

Antes de Confucio, en la segunda mitad del período de la dinastía Zhou en China, el gobierno experimentaba una gran decadencia ya que, generalmente, las costumbres se habían redimido. Por tanto, Confucio, que sufría por ese desorden y por la falta de modelos morales que acabaran con esa situación, establece una única solución: rescatar las enseñanzas y los principios antiguos de los sabios, instruyendo a sus alumnos en los clásicos de la literatura china y en la música, que en esas fechas tenía un papel principal en las actividades del Estado y en las ceremonias religiosas.

Él defendía el gran valor del poder del ejemplo. Consideraba que los gobernantes solo podían ser verdaderos y buenos gobernantes si llevaban vidas buenas guiadas por unas reglas morales. De esta manera, los ciudadanos tendrán esa motivación para alcanzar la felicidad y el bienestar.
Mientras impartía estas enseñanzas por toda China, esperaba en vano que algún otro príncipe lo requiera, pero en el 484 a.C., tras el fracaso de la búsqueda de un gobernante bueno e ideal, vuelve por última vez a su país natal, Lu. Aquí pasaría el resto de su vida elaborando sus escrituras acerca de los literatos clásicos. Finalmente, fallecería en Lu y sería enterrado en Qufu en el año 479 a.C. después de expresar su insatisfacción ante su carrera profesional.


Sin embargo, algunos de sus discípulos pudieron alcanzar cargos importantes en el gobierno luego de su muerte. Modificaron sus enseñanzas y agregaron sus propias perspectivas. Siglos después, el confucianismo se convirtió en la religión oficial de China y dio forma a la cultura del país. Los valores que defendió -educación, lealtad familiar, el valor de las tradiciones, la conformidad a las normas tradicionales, honrar a los ancestros y una obediencia incondicional a los superiores- siguen arraigados en la cultura asiática.

Hay mucho para apreciar con relación a la vida y las enseñanzas de Confucio. Los cristianos concuerdan con varios puntos de su filosofía de la ética, el gobierno y la conducta social. Sin embargo, hay algunas importantes diferencias entre el cristianismo y el pensamiento confucionista que expondremos más adelante.

SU FILOSOFÍA
El confucianismo o confucionismo, es el conjunto de doctrinas morales y religiosas predicadas por Confucio. El confucianismo ha ejercido una gran influencia sobre China, Corea, Vietnam y Japón. Fue la religión oficial de China hasta el siglo VII. Su pensamiento se formó durante un largo período que abarcó las épocas de Primaveras y Otoños y Reinos Combatientes (siglos VII al III a. C.). Cuando China fue reunificada por Qin Shi Huang (221 a. C.), ya era una doctrina perfectamente formada y definida, con muchos seguidores y un gran corpus textual. Tras la breve dinastía Qin, su núcleo fundamental se ha mantenido intacto, excepto por posibles errores de transmisión.


Lo fundamental de su obra es la defensa de un buen comportamiento sobre todo centrado en el gobierno del Estado, promoviendo la caridad, la justicia y el respeto a la jerarquía; también se caracteriza por la ardua defensa y cuidado de la tradición, y por último, el estudio y la meditación.

Las máximas virtudes preservadas por Confucio son la tolerancia, la bondad, la benevolencia, el amor al prójimo y el respeto a los mayores y antepasados. Con la base de estas virtudes, es decir, si el príncipe es virtuoso, los súbditos imitarán su conducta. El confucianismo protege una serie de relaciones con el siguiente esquema: gobernante/súbdito, marido/mujer; padre/hijo. Una sociedad próspera sólo se conseguirá si se mantienen estas relaciones en plena armonía. Con todo, la base principal de esta doctrina es recuperar a los antiguos sabios de la cultura china e influir en las costumbres del pueblo.

El propio Confucio fue el primero en intentar aplicar su proyecto filosófico, formando un grupo de discípulos para enseñarles correctamente el buen gobierno. Además de estas medidas, añadió otras propuestas basadas en el respeto de las Tres Dinastías y en la recuperación de la política del Duque de Tcheu. Nuestro autor tenía plena confianza en que algún príncipe siguiera su proyecto.




Podemos resumir la doctrina confuciana en una serie de mandatos que deberían ser los principales deberes de todo hombre de gobierno:

1. Amar al pueblo, renovarlo moralmente y procurarle los medios necesarios para la vida cotidiana.
2. Por este motivo, debe servirse en primer término con soberano respeto a Aquel que es el Primer Dominador.

3. Cultivar la virtud personal y tender sin cesar a la perfección.

4. En la vida privada como en la pública, observar siempre el sendero superior del Justo Medio.
5. Tener en cuenta las dos clases de inclinación propias del hombre: unas proceden de la carne y son peligrosas; las otras pertenecen a la razón y son muy fáciles de perder.

6. Practicar los deberes de las cinco relaciones sociales.

7. Tener por objeto final la paz universal y la armonía general.
En el poco legado escrito que dejó Confucio, las Analectas antes nombradas, se encuentra que Confucio basaba toda su filosofía moral en una enseñanza central: el ren (jen) que es la virtud de la humanidad que a su vez está basada en la benevolencia, la lealtad, el respeto y la reciprocidad. Estos valores son imprescindibles en las relaciones humanas que Confucio describió: entre gobernador y ministro, entre padre e hijo, entre marido y mujer, entre hermano mayor y hermano menor y entre amigos.

Todas estas relaciones tienen un rasgo común: que el superior tiene que proteger al inferior, y éste le debe a su jefe lealtad y respeto. En última instancia, todas las personas están regidas por la voluntad del Cielo, que es el principio supremo de moralidad. Por tanto, se suponía que el gobernador mandaba por voluntad del cielo.

Además del ren y las relaciones descritas, eran necesarios los rituales y el sacrificio regular. Debido a esta necesidad, el culto al Cielo solicitaba del gobernante un sacrificio de una animal en el llamado templo del Cielo de Pekín. Además de al Cielo, se ofrecían otros sacrificios a la luna, al sol, etc.

Realmente, este proyecto filosófico no era nuevo, ya que correspondía a la tradición de los sabios. Estaba basado en un legado espiritual que habían recopilado los ru o letrados, concretamente nuestro filósofo Confucio, dándole una forma perfecta.

Por último, posteriormente a su muerte, aparecieron los Cinco Clásicos, cuyo autor es posible que fuera Confucio, y su vida y obra se hicieron muy famosas, generando un paradigma alrededor de su filosofía, la cual llega hasta la actualidad.

Ahora queremos contar detalladamente cada parte de su filosofía para hacerla entender perfectamente y sustraer el mensaje tan importante que tiene.

Culto a los antepasados

El culto de los confucianos giraba en torno a los antepasados y diversos poderes entre los que destacaba el Cielo, que ya hemos nombrado antes. También es importante nombrar al Señor de lo Alto, llamado Shangai, pero éste es algo más arcaico y es nombrado raras veces en los textos confucianos.

Volviendo al más importante, el Cielo, el confucianismo lo trata como un poder superior, pero no está personalizado ni separado del mundo. Tampoco es algo pasivo, pues de él proceden todas las órdenes y acciones, pero dista mucho del dios judeocristiano.

Por otro lado, la adoración a los antepasados es de gran relevancia, ya que implica la fe en que los espíritus de los difuntos pueden actuar e influir sobre sus sucesores. Más tarde, su evolución lo convertiría en un rito cívico de gran simbología. Pero adaptado a la religión confucionista, su creador no habla de esta forma de culto.

Por último, otro elemento sumamente importante en esta religión es la figura del rey o emperador, llamado como Hijo del Cielo. Sobre esta figura, se asienta toda la filosofía de Confucio, ya que será el que mediará entre el pueblo y el Cielo. El rey chino tiene el poder y, por tanto, posee la atribución de celebrar ritos.

Pero, aunque en algunas obras trata el tema del culto religioso, Confucio se declara escéptico, por lo que deja un gran vacío dentro de su filosofía, sin apenas contestar a la pregunta de Dios.

Armonía con el cosmos

El confucionismo sostiene que los hombres deben ajustarse al cosmos, aceptando lo que manda. Para tal objetivo, el hombre tiene que autoperfeccionarse a través de la introspección y la vida del estudio. Si lo consigue, el hombre tendrá pleno conocimiento de sí mismo y de los deseos del Cielo, lo cual le será útil para desarrollar su Li, que, como antes hemos definido, se refiere a los ritos, ceremonias, las buena maneras, etc. Y a la vez, el Li le servirá para desarrollar el Ren, concretado como los buenos sentimientos hacia los demás. Esta práctica del Ren implica las virtudes ya nombradas anteriormente: lealtad, fidelidad, compasión… finalmente, si el hombre posee el Ren, podrá contar con los buenos principios y ser justo, lo que se llama Yi.

El Yi y el Li

En el confucianismo, Yi se opone a Li, siendo este último de diferente tono y grafía al Li anteriormente citado que significa ritos o en ceremonia. El Li opuesto a Yi significa beneficio, ganancia, lo que supone alejamiento de la generosidad que exige Ren. El hombre que practica las anteriores virtudes es un Junzi, un hombre superior. Se opone a Shunin, los plebeyos. Sin embargo, en el confucianismo el término resalta superioridad moral, sin relación al origen social. El Junzi es el hombre educado y justo, la (virtud) le será inherente y siempre estará en el Justo Medio, que indicaba la necesidad de moderación en todo. Además, el Junzi conoce y respeta los mandatos del Cielo.

Por tanto, estudiado su proyecto filosófico, podemos deducir que el confucianismo sostiene que hay pocos hombres superiores y que la mayoría la conforman los Xiaoren, los hombrecillos, hombres vulgares que no llegan a lo mejor de la humanidad. A causa de esto, el hombre superior tiene la misión de ocupar cargos públicos para poder dirigir a la sociedad. Este rasgo es muy relevante ya que la burocracia de la China posterior llegó a apoyar mucho esta idea, provocando un gran espíritu de servicio. Sin embargo, en los tiempos de decadencia, como pudieron verlo los europeos en el siglo XIX, era una doctrina falsa que estaba muy alejada del confucianismo original.

La sociedad en el confucianismo
Vamos a pasar por tanto a describir más detalladamente el modelo social de Confucio, uno de los puntos de más relevancia de toda su filosofía.
Confucio percibe únicamente al hombre plenamente realizado cuando ocupa un puesto y desempeña una función dentro de una sociedad, nunca como un ser aislado; es decir, rechaza al individuo, cree en la comunidad. Pero en la idea del confucionismo de la sociedad utópica, la jerarquía es tanto social como moral.

En la China antigua la familia era un gran clan en el que muchos de sus componentes vivían juntos, reconociendo a sus antepasados en común y manteniendo vínculos con otros grupos del mismo origen. Una familia de estas características, era una representación de cómo era el Estado. De esta manera, la familia era una especie de reino con jerarquías, protocolos, normas y formas de gobierno, y el Estado era una gran familia en la que debía haber afectos, relaciones y obligaciones morales.

Hay un complejo sistema jerárquico dentro de la familia que regula el puesto de los miembros. Para el confucianismo, el amor, el cuidado y todas las relaciones entre los miembros debían estar regulados según cada persona, su puesto…

La formación del hombre superior comenzaba en la familia y primero tenía que gobernar a su familia para llegar al gobierno del Estado.

Sin embargo, para el confucianismo todos los hombres son de naturaleza idéntica, sin contar su lugar de nacimiento, clase social, etc. Pero, de todas maneras, no pueden estar todos al mismo nivel porque no sería beneficioso para el buen funcionamiento de la sociedad.

Los métodos para alcanzar la máxima perfección del hombre hemos dicho que eran dos: el estudio y la introspección.
Este estudio se refiere al estudio de los textos antiguos, interiorizando las lecciones de los sabios, base de la mejora individual. Además, este estudio sirve como soporte para el otro método, la introspección, porque el hombre debe desarrollar todo lo bueno que tiene dentro de sí completamente. Y así, podrá convertirse en un hombre superior.

Por otro lado, le dan gran importancia a los ritos, ya que es una manera de preservar el pasado mítico, lo perciben como una representación de jerarquía y poder y son un método de autodisciplina y dominio de uno mismo. Los ritos garantizan que la sociedad y el Estado funcionen correctamente, ya que las acciones del gobierno deben tener orden y jerarquía.

La rectificación de los nombres

El principio de esta rectificación de los nombres es el que señalamos a continuación: las palabras tienen un significado concreto y si se denomina a una cosa con una palabra que no le corresponde, se comete una gran equivocación.

Este principio se desarrolla hasta llegar a la conclusión de que la rectificación de los nombres es una herramienta para corregir a la sociedad y que no sea engañada.

Citas de las Analectas

Esta son algunas de las frases más famosas de Confucio, que resumen perfectamente toda su filosofía
* "Si la riqueza fuera digna de desvelos, me haría hasta zurrador. Pero, no siéndolo, hago lo que me place."
* "Huir no me ayuda: en lo que digo no encuentra nada que le disguste."
* "Cuando veas a un hombre bueno, trata de imitarlo; cuando veas a un hombre malo, reflexiona."

* "Lo escuchó y lo olvidó, lo ví y lo entendí, lo hice y lo aprendí."

* Leer sin meditar es una ocupación inútil."

* "El hombre superior gusta de ser lento en palabras, pero rápido en obras."

* "El mejor indicio de la sabiduría es la concordancia entre las palabras y las obras,"
* "El hombre más noble es digno, pero no orgulloso; el inferior es orgulloso pero no es digno. "

* "Transporta un puñado de tierra todos los días y construirás una montaña. "

* "Estudia el pasado para pronosticar el futuro"


* "Lo prudente no quita lo valiente."

* "El hombre sabio busca lo que desea en su interior; el no sabio, lo busca en los demás."

* "No hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti, ni te hagas a ti lo que no le harás a los demás"

* "El campo es la fuente de toda la riqueza humana."

* "No te rindas nunca si quieres volver a casa."
Las virtudes defendidas por el confucianismo son importantes en toda moral:
* Amor y respeto a la naturaleza.

* Amor y respeto a los padres.

* Respeto a los ancianos.

* Respeto al orden político.

* Respeto al orden social.

* Respeto al orden religioso.

* Respeto por la Armonía.

Los cuatro libros confucianos más importantes se encuentran en una recopilación posterior que se publicará por primera vez como tal en 1190. Son Gran Saber, Doctrina de la mediana, Analectas y Mencio.




Opinión personal

Aunque será probable que no todas las personas asiáticas estén de acuerdo con esta doctrina, todas y cada una de ellas seguro que están influidas por su filosofía. En mi opinión, el confucianismo transmite muy buenos principios sobre ética aunque también tiene algunas deficiencias.

Este gran pensador nos transmite un sistema muy práctico y utilitarista. Pero las personas no pueden aguantar durante mucho tiempo un sistema de esta clase. Desde mi punto de vista, se queda corto como una visión integral de la vida por las siguientes razones.

Primero, este sistema lo deja a uno espiritualmente vacío sin contestar o buscar una solución a ese anhelo de respuestas espirituales, ya que, aunque nombra en algunas obras al Cielo, los antepasados, él se declara escéptico y esto hace que haya un gran vacío dentro de su metafísica.

Segundo, no da respuestas a la pregunto del sentido de la existencia y del universo.

Y tercero, no contesta la pregunta de ¿qué ocurre tras la muerte? Sin ninguna explicación sobre esto, el confucianismo no puede ofrecer ninguna esperanza verdadera a quienes han experimentado el mal o el sufrimiento injusto.

Finalmente, el confucianismo está construido sobre el fundamento falso de que el hombre es innatamente bueno pero, a mi parecer, la experiencia y la historia dejan bien claro que el hombre es pecador por naturaleza y naturalmente busca complacerse a sí mismo, es decir, es egoísta por naturaleza.
Este filósofo es de suma importancia para la historia de la filosofía, pero sobre todo, para la historia de China ya que su proyecto social será determinante para los intentos de construcción de una sociedad basada en la jerarquía, los mandatos y el orden.
Bibliografía:
Trabajo realizado por Guillermina Malo de Molina y Cristina Monedero.

martes, 1 de diciembre de 2009

Ortega y Gasset, El filosofo Español por Antonomasia



1. Ortega y Gasset

"Yo soy yo y mi circunstancia
y si no la salvo a ella no me salvo yo"

"España era el problema y Europa la salvación"

1.1. Formación básica

Nació José Ortega y Gasset en Madrid, el día 9 de mayo de 1883, en una familia perteneciente a la burguesía a finales del siglo XIX su vida se conectará con la actividad periodística debido a su padre, esto afectará eficazmente a su expresión escrita. Efectivamente, gran parte de sus escritos filosóficos, e incluso gran parte de su actividad profesional, van a desarrollarse en contacto con el periodismo. Ortega es recordado como uno de los más grandes filósofos en lengua castellana.

Ortega reaccionará contra la formación adquirida en su infancia, en Málaga fue testigo del inicio del declive de la burguesía culta, industriosa e industrial, causado por la crisis económica producida por la plaga de filoxera que, en menos de un lustro, arrasó los cultivos de vides que habían proporcionado la infraestructura agrícola al despegue industrial de la Málaga decimonónica y que había hecho de Málaga una ciudad cosmopolita, comercial y burguesa al menos desde el siglo XVI. En este sentido conviene recordar que, con el transcurso del tiempo, Málaga será la primera (y única) circunscripción electoral española en la que un comunista consiga acta de diputado, lo que ocurrió en 1934 cuando el Dr. Bolívar consiguió la suya. Quizás las reflexiones sociológicas de Ortega no sean del todo ajenas a estas primeras vivencias suyas en Málaga.

1.2. La vocación filosófica y regeneracionista

En 1897, terminado su bachillerato en Málaga, Ortega inició sus estudios universitarios, primero en Deusto y poco después en Madrid. Justamente en una de las épocas más dadas a la sensibilidad en la vida de un hombre, los quince años, el joven Ortega fue testigo de un acontecimiento histórico de la mayor trascendencia, acontecimiento que llevó a toda una generación de españoles a plantearse el problema de España. Este acontecimiento fue la pérdida de los últimos restos del imperio colonial español. En 1898, por la Paz de París, que daba término a la guerra hispano-norteamericana, España tuvo que ceder, ante los jóvenes y potentes Estados Unidos de América (a los que en su día había ayudado a alcanzar su propia independencia), sus últimas posesiones coloniales: Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Este acontecimiento funcionó en España como un revulsivo de la conciencia nacional que llevó a las mentes más lúcidas del momento (Miguel de Unamuno, Pío Baroja, Antonio Machado o el propio Ortega) a plantearse el problema de la decadencia física y/o moral de España. La generación marcada por el desastre nacional, la Generación del 98, centró gran parte de sus esfuerzos intelectuales en la reflexión sobre la etiología y el diagnóstico de la enfermedad de España.

Dentro del espíritu de su generación, Ortega toma conciencia del problema de España y diagnostica que tal problema radica en el individualismo de los hombres y las regiones de España, que no han sentido una inquietud común por los asuntos nacionales. De ahí que proponga que la regeneración de España sólo puede venir de la mano de una toma de conciencia entusiasta de una misión nacional.

1.3. Ortega y la filosofía alemana contemporánea

En Ortega se han conocido normalmente otras influencias importantes, tales como la de Nietzsche, Husserl, Dilthey, Scheler y, al final de su vida, Heidegger. Todo ello ha echado leña al fuego de la polémica entre quienes lo han acusado de plagio y quienes han defendido la originalidad de su pensamiento más allá de toda influencia, aunque ni los unos ni los otros hayan aportado una documentación definitiva en favor de las tesis mantenidas. Con ello la polémica se mantuvo, durante bastante tiempo, en tablas intelectuales, de modo que la balanza sólo se inclinaba en favor de unos o de otros en razón de tesituras tan poco científicas como eran los avatares de la situación política española.

Ante esta situación se hacían necesarios estudios imparciales y hechos desde el máximo rigor científico, con independencia de cualquier filia o fobia hacia Ortega.

Orringer estudia en sus libros la influencia en Ortega de once autores alemanes:

O. Immisch, G. Simmel, H. Cohen, P. Natorp, A. Pfander, M. Geiger, W. Schapp, E. Jaensch, K. Friedemann, E. Lucka y J. M. Verweyen. Curiosamente, en las Obras Completas de Ortega sólo aparecen citados por su nombre cinco de ellos: Simmel, Cohen, Natorp, Pfander y Jaensch, mientras que los nombres de los otros seis no aparecen ni una sola vez. Según Orringer, O. Immisch y G. Simmel son autores previamente conocidos por el filósofo antes de su estancia en Marburgo.



1.4. Lenguaje y pensamiento

El valor de la lengua materna viene dado, pues, por lo que esa lengua tiene de "lengua común" para un grupo de hombres y por lo que tiene de certera doctrina sobre la realidad, muchas veces más exacta que las más elevadas doctrinas filosóficas, científicas y religiosas: "Recibimos mayores esclarecimientos del lenguaje vulgar que del pensamiento científico. Los pensadores aunque parezca mentira, se han saltado siempre a la torera aquella realidad radical, la vida, la han dejado a su espalda. Olvidamos demasiado que el lenguaje es ya pensamiento, doctrina. Al usarlo como instrumento para combinaciones ideológicas más complicadas, no tomamos en serio la ideología primaria que él expresa, que él es”

Así pues, la elaboración doctrinal que esté implicada en el lenguaje común es la responsable de nuestra peculiar visión del mundo y subyace a cualquier interpretación científica expresada mediante cualquier metalenguaje. Con ello Ortega apunta a un tema central en ciertas corrientes de la filosofía anglosajona del siglo XX, aunque no las nombre; corrientes que han dado pie a la filosofía del lenguaje común como método de análisis de ciertos problemas filosóficos, oscurecidos, precisamente, por la propia jerga técnica de los filósofos. Justamente porque la lengua común es un instrumento y un filtro para nuestra relación con la realidad y esta lengua es fruto de una serie de circunstancias azarosas, el significado de una palabra no tendrá ninguna relación objetiva con ella, sino que estará también en relación con la circunstancia de la palabra: "Nadie pretenderá que el Diccionario baste para revelarnos lo que una palabra significa. Ya es mucho con que logre proporcionar un esquema dentro del cual puedan quedar inscritas las infinitas significaciones efectivas de que una palabra es susceptible. Porque es evidente que el significado real de cada vocablo es el que tiene cuando es dicho, cuando funciona en la acción humana que es decir, y depende, por tanto, de quién lo dice y a quién se dice, y cuándo y dónde se dice. Lo cual equivale a advertir que el significado auténtico de una palabra depende, como todo lo humano, de las circunstancias".


1.5. Objetividad para España

Ahora bien, ¿en qué consiste el hecho diferencial entre Europa y España?, y, ¿por qué se hace necesaria en España la disciplina mental de la objetividad? Ortega parte de la convicción, compartida por casi todos los intelectuales españoles contemporáneos, aunque la terapia que propongan se aleje de la orteguiana, de que España se encontraba desfasada con respecto a Europa social, política, técnica y culturalmente. Ante esta situación cabían tres posturas básicas. La primera consistía en aceptar que ese desfase era negativo para España e intentar paliarlo importando mimeticamente los subproductos técnicos que Europa proporcionaba, pero sin aclimatar la ciencia que los había hecho posibles. La segunda consistía en reconocer tal desfase, pero en mantener que el balance negativo lo era para Europa y no para España. Esta sería la postura mantenida por Unamuno. La tercera actitud, la que hará suya Ortega, consistía en el intento de que en España echasen raíces las actitudes intelectuales que, en cierto momento histórico, habían llevado al desfase entre Europa y España. Estas actitudes eran las que habían hecho posible la ciencia europea, de modo que "la decadencia española consiste pura y simplemente en falta de ciencia, en privación de teoría".

Ahora bien, esa garantía de supervivencia moral y material, que es la ciencia, no es un don que haya sido otorgado gratuitamente al hombre europeo por alguna divinidad benefactora. Muy al contrario, la ciencia es el fruto de una disciplina intelectual que echa sus raíces en lo que podemos calificar como objetivismo. Con ello tenemos que, si la ciencia no es una actitud originaria ni un don gratuito, habrá que indagar esas actitudes originarias que la han hecho posible. Y esas actitudes son, para Ortega, básicamente la precisión y el método, el hábito crítico y la racionalidad. Con estos tres ingredientes se puede cocinar la necesaria disciplina intelectual.

La falta del primero de estos ingredientes, la falta de precisión y de actitud metódica, es quizás la única herencia recibida de nuestros antepasados; una herencia que nos lleva a discutir sobre cuestiones que no hemos definido con anterioridad, esto es, sobre campos de la realidad que no hemos acotado previamente. De este modo, la misma discusión sobre la europeización de España se plantea sin el rigor necesario. Se plantea sin haber definido antes qué sea Europa: "La necesidad de europeización me parece una verdad adquirida y sólo un defecto hallo en los programas de europeísmo hasta ahora predicados, un olvido, probablemente involuntario, impuesto tal vez por la falta de precisión y de método, única herencia que nos han dejado nuestros mayores. ¿Cómo es posible si no que en un programa de europeización se olvide de definir Europa?”. La falta de precisión y de método, esa herencia negativa que tenemos, aparece así como el primer obstáculo que hay que superar de cara a alcanzar la necesaria disciplina intelectual.

Y la racionalidad no es patrimonio exclusivo de ningún pueblo o raza, sino patrimonio de todo hombre. Frente a las teorías que mantienen la especificidad de una racionalidad indoeuropea, condicionada por el clima o por los hábitos lingüísticos o alimenticios, Ortega tiene que insistir en la necesidad de implantar hábitos críticos y metódicos, que, en principio, son asequibles a todo hombre apoyado en la razón y corregido por ella, para situarse en el camino seguro de la ciencia: "Declaro honestamente que esta manera de hablar sobre cuestiones tan delicadas me parece ilícita. Sólo conseguimos de tal suerte fomentar la perduración en nuestra sociedad de la indisciplina intelectual, cuando debiéramos esforzarnos, más bien, por implantar hábitos de parsimonia en el juicio y de veracidad en la razón"

Lo que se trata de conseguir es, pues, eliminar de la cultura española aquellos rasgos exóticos que la han impedido subir al carro de la ciencia, sin caer tampoco en la tentación provinciana de la imitación, del mimetismo estéril. La actitud creativa será la que se dirija a las cosas mismas, y esta actitud es la del objetivismo.

1.6. El perspectivismo, la circunstancia.

El inicio de la segunda etapa del desarrollo de la filosofía de Ortega se puede situar en torno a 1914, fecha en la que publica su primer libro "formal", como él decía: Meditaciones del Quijote. A partir de esa fecha no se limitará ya sólo a invitarnos a la filosofía, como ha hecho básicamente en la etapa objetivista, sino que, sin dejar de hacerlo, llevará a cabo él mismo un programa filosófico propio y personal desde el descubrimiento del tema de la circunstancialidad de lo humano.

Desde 1914 estamos, pues, ante un Ortega que ha hecho un descubrimiento filosófico trascendental y que dedicará el resto de sus días a desarrollar su contenido aplicándolo a los más diversos asuntos, sean esos asuntos los mismos sobre los que ha versado tradicionalmente la reflexión filosófica o, lo que es más frecuente, sobre los que la tradición filosófica había considerado de menor entidad y empaque y que, en manos de Ortega, van a aparecer con la misma dignidad que los primeros. Por otra parte, en cuanto pieza clave de la filosofía orteguiana, el tema de la circunstancialidad nos puede iluminar tanto el posterior desarrollo de su pensamiento como lo que había sido éste con anterioridad a 1914. Justamente, y como ya se ha aludido en la páginas anteriores de forma tácita o explícita, la doctrina de la circunstancialidad permite explicar el proceso vital e intelectual del propio Ortega, su primera etapa objetivista, y la forma literaria que le dio a su filosofía.

1.7. La bases del pensamiento circunstancial.

El texto clave y tópico del circunstancialismo orteguiano, que, como todo tópico, es citado universalmente, aunque muchas veces sin la debida contextualización, es el siguiente: "Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo.

El presente texto, pieza clave para la estructuración y comprensión de su filosofía, habitualmente sólo es citado hasta la primera coma o, todo lo más, hasta el primer punto. Ello es lo que lo ha convertido en una cita tópica que, las más de las veces, lleva a una interpretación ridiculizante de su pensamiento. Y, sin embargo, en él está germinalmente casi todo lo que Ortega tendrá que decirnos sobre la realidad en cuanto filósofo. La propia afirmación orteguiana de que, además de su yo, están las circunstancias en las que el yo está inmerso y a las que el yo tiene que conferir sentido para que ambos (yo y circunstancias) puedan "salvarse", está avalada por un ejercicio práctico de lo que significa la circunstancialidad. Este aval son las dos citas con las que quiere confirmar su postura y, a la vez, mostrar las "circunstancias" de las que ha emergido su pensamiento.

Con ello estamos ante la primera enseñanza del circunstancialismo orteguiano: no debe haber ningún dato de la realidad ni ningún problema, por nimios que nos pudieran parecer, que deban ser dejados de lado en la reflexión filosófica. Precisamente este último trabajo es, para J. Marías, un modelo de la rigurosidad con que investigaba Ortega, aunque fuese sobre un tema tan humilde a primera vista. Y la minuciosidad con que examinó la noción es, además de "un ejemplo de la razón vital en marcha" es una noción que hacía falta meditar filosóficamente, ya que la tarea de la filosofía ha sido descrita muchas veces como un quehacer de "caza de la verdad".

Así pues, el descubrimiento de la circunstancialidad conlleva precisamente que la filosofía analítica haya sido la que de modo más descarnado ha extraído sus ejemplos de las circunstancias que nos rodean, hasta el punto de que lo que comenzó siendo un análisis de lenguajes altamente formalizado tuvo que convertirse, con el tiempo, en un análisis del "lenguaje común". Esto es, dicho en terminología orteguiana, un análisis del lenguaje circunstancial. Así pues, la reflexión filosófica de Ortega, nacida de la circunstancialidad, va a tener una especial preferencia por aquellos temas que, por parecer nimios, no habían sido objeto de investigación por parte de la filosofía anterior.

El método de Ortega será justamente el contrario. Él sería uno de esos "filósofos vulgares", en opinión de Spinoza, pues el método de la circunstancialidad parte de la reflexión sobre las cosas que nos son más próximas, las cosas que nos rodean, para elevarse paulatinamente a las más lejanas. Esto es, Ortega parte de las circunstancias que le son más cercanas para, desde ellas, llevarnos a la meditación sobre problemas filosóficos análogos a los tradicionales. Este método se puede rastrear en cada una de sus obras, individualmente consideradas y en su totalidad. Por tanto, en Ortega se da una doctrina filosófica de la circunstancia, y en su obra, un ejercicio de esta doctrina: "‘Yo soy yo y mi circunstancia’.

1.8. El Perspectivismo.

Este estar atento a las circunstancias más cercanas al hombre, obedecerlas y reflexionar sobre ellas, podría ser entendido, desde posturas filosóficas racionalistas o idealistas, como una renuncia a captar la verdad (que sería inmutable) en favor de la multiplicidad de puntos de vista no sintetizable en una imagen real. Para Ortega, por el contrario, es el ser consecuente con el punto de vista propio lo que nos permite captar fielmente la realidad: "La verdad, lo real, el universo, la vida—como queráis llamarlo—, se quiebra en facetas innumerables, en vertientes sin cuento, cada una de las cuales da hacia un individuo. Si éste ha sabido ser fiel a su punto de vista, si ha resistido a la eterna seducción de cambiar su retina por otra imaginaria, lo que ve será un aspecto real del mundo" ("Verdad y perspectiva", II: 19). La verdad con que captamos la realidad no va consistir para Ortega en considerar a ésta de forma atemporal y acircunstancial. La verdad de la captación de la realidad por parte del hombre estará precisamente en lo contrario: en saber dar cuenta de la realidad desde la perspectiva vital en la que nos hallamos situados. Y esta doctrina filosófica suya la ha ilustrado en un texto inmediatamente anterior al transcrito aquí, con un ejemplo intuitivo. La visión que se tiene de la sierra del Guadarrama es, obviamente, distinta si se la mira desde Madrid o si se la mira desde Segovia. Aquí no cabe preguntarse cuál de las dos visiones es la verdadera, pues ambas lo son a la vez, lo que haría quimérico pretender una visión unitaria de las dos vertientes. Esta pretendida visión unitaria sería una abstracción, en el peor sentido de la palabra. Si se quiere dar cabal cuenta de la realidad, hay que darla desde la perspectiva en la que cada uno está, aunque haya que procurar también, que las perspectivas se complementen, pues lo contrario sería caer en el relativismo. La tesis de la complementariedad de las perspectivas es la que permite dar una solución airosa al problema de la multiplicidad de éstas: "La realidad, pues, se ofrece en perspectivas individuales. Lo que para uno está en último plano, se halla para otro en primer término. El paisaje ordena sus tamaños y sus distancias de acuerdo con nuestra retina, y nuestro corazón comparte los acentos. La perspectiva visual y la intelectual se complican con la perspectiva de la valoración.

El perspectivismo, pues, no está reñido con la búsqueda de la objetividad. Por ello no hay corte doctrinal entre el objetivismo del primer Ortega y el perspectivismo del Ortega maduro. Lo que hay es continuidad y desarrollo, pues su propio objetivismo fue, ya lo hemos visto, fruto de su perspectiva circunstancial. Precisamente la diversidad de perspectivas, como la de las riberas que desembocan y constituyen un río mayor, es la que hace posible, en cuanto que es complementaria la variedad de las perspectivas, una mayor objetividad sobre la realidad.